Atributos físicos, valor social y dignidad humana

— No comprendo, filósofo, tu ahínco por entender las motivaciones ajenas. Mira, mi amigo simplemente tiene un gusto, como quien prefiere el queso al chorizo. 

— Por supuesto. ¿Quién no añora la comida de la tierra madre? Puesto que brinda nostalgia y está perfectamente amoldada a nuestro paladar desde niños. Qué hermosa la costumbre. ¿Pero qué hay del restaurante lujoso? Todas las decisiones que tomamos tienen una explicación: hay quien disfruta de un buen restaurante por la música que ofrece, por su materia prima y luego están aquellos que simplemente quieren fotografiarse ahí dentro por imagen. 

El origen es más importante que a dónde apunta la predilección. 

Ayer me reí releyendo este comentario de un lector: «Un preciso ataque al gen hoyuelo, tan recesivo en nuestra sociedad, solo un 20% de ésta lo posee». Me importa bien poco el margen de error del porcentaje: puesto que a mi alrededor no veo un solo hoyuelo, lo valido. Yo contesté: «Las cosas inútiles no tienen razón para existir». 

¿Por qué existen los collares de diamantes? ¿Por qué existen las cucharas? Claramente, el valor de mercado de un collar de diamantes es superior al de la cuchara. Esto os sonará bien al diálogo Sobre la belleza de Platón, donde también se usan las cucharas y los materiales de los que pueden estar hechas para tratar el tema de qué es lo bello. En este caso, discutimos lo mismo: ¿qué es lo valioso

El atractivo físico tiene un valor y la persona adquiere un valor proporcional a la belleza que carga. Claro, estoy anulando el resto de atributos para centrarme en el objeto de la cuestión. 

Como vimos anteriormente en una recopilación de datos curiosos, el «gen hoyuelo¹» obtiene su valor de una ilusión: «los hoyuelos en las mejillas → son atractivos porque imitan el sombreado producto del volumen en la zona de los pómulos», agregan definición y profundidad. De alguna manera, «tonifican» el rostro del portador. Pero cualquier persona que le de una única vuelta debería ser capaz de ver que no posee un valor instrumental.

  1. Tienen un valor objetivo todas aquellas características que lejos del ojo comunitario tienen un impacto en la perspectiva de supervivencia del individuo. Por ejemplo: la velocidad, el tono muscular, el equilibrio hormonal y la juventud. 
  2. Tienen un valor subjetivo todas aquellas características que, de no haber un observador, no añaden valor o benefician al portador.

Por lo tanto, aquello que tiene un valor objetivo tiene un valor instrumental absoluto (independiente, material, autónomo) y aquello que tiene un valor subjetivo tiene un valor instrumental social (vinculado al mercado, a la opinión social). Por mucho que el valor instrumental social pueda traducirse en valor instrumental absoluto, no lo llega a ser por esa necesidad de que la comunidad te lo brinde. 

Una gacela no se dejará comer por tus hoyuelos, pero sí podrás comértela si tienes dos piernas y un corazón resistentes. 

Tras dejar de sonreír por el ocurrente comentario, rápidamente diferencié tres tipos de personas y no pude sino angustiarme. 

  1. El portador.
  2. El adorador. 
  3. El maquinador. 

En el caso del «gen hoyuelo», la primera persona sacaría el máximo partido a su característica en círculos sociales. No lo admitiría jamás, pero estaría muy orgulloso: «¡Miren, miren mi gen hoyuelo!», así como hacemos todos, lo digamos o no, con una característica que en el mercado se considera positiva. Esta persona sería plenamente consciente de lo que obtiene gracias al «gen hoyuelo» y tendrá una ligera idea de porqué lo obtiene: pocos lo tienen, resalta su rostro y en última instancia, su persona. Así mismo, es la persona que le da menos importancia en un sentido adorador: no le importa el hoyuelo per se, convive con él y no altera su vida más allá del beneficio social (en presencia del mercado, cuando se aprestará a destacarlo). 

  • Posee el atributo. 
  • Plenamente consciente de que lo obtiene, idea superficial de por qué lo obtiene. 
  • No hay sentimiento adorador: no lo ve como algo especial y seguramente corra en su familia. Únicamente es posible que se sienta privilegiado, tocado por Dios, pero no porque adore su propia carne sino por los beneficios deportados. ¿Quizá tenga un fetiche de fortuna? Así como una persona buena en matemáticas puede sentirse la elegida, aunque el ejemplo no es apropiado. 

Luego, habría la persona que señalaría al sujeto anteriormente descrito: «¡Miren! ¡Tiene un hoyuelo!». Esta persona se aseguraría de que todos perciban el hoyuelo y sus bondades especulativas. Como quien habla de un bolso caro: «¡Quien tuviera un hoyuelo para sí!». Así mismo, puesto que el que adora no posee, no tiene hoyuelo y no comprende que es una característica inútil. Tampoco puede instrumentalizarla puesto que posiciona su «no-hoyuelo» por debajo del «sí-hoyuelo», desvalorizando esta propiedad suya, propia e instrumentalizable, dentro de su esfera mercantil. Es decir: reniega de su valor y se lo cede a alguien más. 

  • No posee el atributo. 
  • Le produce admiración y cree que el valor de dicho atributo es de carácter absoluto. Es capaz de valorar de forma genuina un atributo contrario a los propios. 
  • No lo instrumentaliza.

En tercer lugar, está aquel individuo portador del «no-hoyuelo» que no adora al «sí-hoyuelo» de manera orgánica, pero que reconoce su aportación instrumental y está dispuesto a utilizarlo sin ningún tipo de apego afectivo

  • No posee el atributo. 
  • No tiene un apego emocional por el atributo y comprende que su valor es de carácter relativo, social.
  • Generalmente, es una persona muy proactiva socialmente, habituada a instrumentalizar los atributos ajenos para revalorizar su persona: consciente de que no es una mejora orgánica sino social

Lo más importante es la conciencia del tipo de valor que posee un elemento. He visto a muchas personas sufrir de envidia por atributos de tipo social. ¿Dónde queda la dignidad de estos seres? ¿Por qué anhelarías un atributo relativo? ¿Por qué te colocarías por debajo de una valoración especulativa? 

Volviendo al diálogo del comienzo de la entrada: mi querido amigo insistía en que su compañero no presentaba una «adoración irracional por las muchachas rubias», pese a él ser de una raza distinta

— Pero es irracional todo lo que no se puede explicar. Primero has de hacerlo tuyo, volverlo parte de tu identidad. Y si vuelves parte de tu identidad algo que va en tu contra — fuerte predilección por un conjunto de atributos muy diferentes del tuyo —, solo me indica que tienes un autoestima baja y un apego fortísimo por la comunidad. 

» Hay dos tipos de hombres que preferirían a una rubia: el primero, se siente mal consigo mismo y quiere demostrarse a través de la obtención de una ternera rubia; el segundo, se siente el rey del mundo y quiere dejárselo claro a los demás. El elemento común es el valor social, puesto que de puertas para adentro, nadie se enfoca en un atributo relativo

Ante la pregunta: «¿qué mujeres te gustan?», respuestas primarias relativas a lo social solo indican una obsesión con la opinión ajena y una desconexión con el interior y el significado de las cosas. 

— Habré de preguntarle pues. 

— Estupendo, esta es la fórmula de diagnóstico: si dice que no tiene idea, es adoración. Si dice... ¡nada! Solo puede contestar: «no sé», porque no es una cuestión racional. Quizá se quedó prendado de una actriz, cosa que es igual: porque no se quedó con su figura, sino con como la trataban en la película. Es una certeza. 

» Renegar de lo que es uno, en favor de otros: ¿tanto detestas tu cultura? Es posible que sí, pero has de diferenciarte de la cultura. Una dignidad resiliente apreciaría los atributos del propio conjunto. Es de orgullo amar el material propio, porque eso es con lo que trabajamos directamente. Es motivo de orgullo porque es lo Bueno, útil, para nosotros independientemente de los bienes y servicios que otros nos propicien. 

» El orden de prioridad en un cerebro sano es el siguiente: valor propio absoluto, valor propio relativo, valor ajeno absoluto, valor ajeno relativo. 

*

1: Me refiero a la causa vulgarmente como «gen hoyuelo» para entendernos. Sea lo que sea, en cualidad o cantidad, que produzca el hoyuelo, la información genética que deriva en hoyuelo es la que se está referenciando aquí. 

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