La psicología hostil de víctima

Con el boom de Baby Reindeer, muchos psicólogos se han puesto las pilas para explicar cómo se trata con víctimas de abuso sexual. Pero yo no vengo a contaros cómo manejar la culpa y la reclusión, no. Yo vengo a daros la radiografía psicológica de la víctima sufridora. Y no solo de abuso sexual, sino de cualquier tipo de agresión. Os aseguro que después de esto no sabréis cómo mirar a nadie a la cara. 

El tipo de víctima que se diseccionará es, como he dicho, la que sufre. La que sufre mucho: no solo en el lapso de eventos sino que puede estar años y años dominada por el duelo*1. Esto es clave porque a todos nos puede tocar un mal momento, pero no estemos cortados por el mismo patrón y hemos de entender con quiénes tratamos cuando nos topamos con esta figura. 

Antes de que digáis que no puedo hablar de tal «víctima sufridora» por esa misma diversidad, os diré: las víctimas solo tienen en común la condición de víctimas, pero en el caso de las sufridoras, tenemos que son víctimas y que son sufridoras. Ya es una ampliación del perfil. 

Puesto que ha sido fruto de Baby Render, vamos a tratar el tema comentando el vídeo de una psicóloga que reacciona al monólogo real del cómico que sufrió los hechos emitidos en la serie. El hombre la verdad es que se expresa muy bien*2

Cómico: Nunca tuve pensamientos homosexuales antes del incidente [este es el primer punto. Tras el abuso sexual sufrido por otro hombre, él inició encuentros sexuales con hombres y mujeres transexuales]. 

Psicóloga: En la serie, esto era uno de los elementos que más lo atormentaban. Sentía mucha vergüenza y culpa. Y no solo por el conflicto con la masculinidad que desarrolló a raíz del incidente, sino por el conflicto entre haber sido asaltado por un hombre y luego sentirse atraído por más que mujeres. Se siente confundido, «estropeado». Como si lo hubiera deseado, como si le hubiera gustado. 

Es curioso, ¿no? Esto a menudo se deja pasar como si nada. Las víctimas se hostigan de la misma manera en que otros las hostigarían a ellas y, peor, se hostigan a sí de la misma manera en que hostigarían a otros

Esto es lo más bello de la conducta social humana. En la mayoría de casos, la víctima tiene el mismo perfil psicológico que la audiencia y, por lo tanto, se juzga como juzgaría a otros. No es sorpresa encontrarse con gente que se odia a sí misma y que luego arremeten con los demás. 

Ejemplo típico: personas con físicos descuidados que no tienen ningún problema en señalar con inquina lo que consideraran un «defecto» sobre el cuerpo ajeno. Te hablan de la misma manera en que se hablan a ellos y, si no te faltan, no te preocupes, si se faltan duramente a ellos, te faltarán en el pensamiento en cuanto tengan la oportunidad. Al menos, el silencioso es más educado. Seguramente te has pillado incluso a ti mismo con un pensamiento hostil. Por eso, a menudo se dice: el perro grande no mira el tamaño de los demás

A lo largo del monólogo habla de cómo le han despojado de su hombría, lo han mancillado. ¿Con qué ojos vería él a un segundo que hubiera pasado por lo mismo? Que me lo diga y que me mienta...

Cómico: No sé si yo era así antes y yo no le hube dado vueltas, pero a raíz de ello empecé a cuestionármelo todo sobre mí. Ahora las cosas son así. Solía odiar ese lado de mí mismo, me gustaba quién era antes. 

Este tipo de víctima reacciona igual al mal ajeno. En cuanto ven a una persona que ha sido atacada, se cuestionan quién o qué es la víctima. 

El otro día estaba charlando con un amigo sobre víctimas de acoso escolar. Él aseguró que «era humillante» y que «tenía sentido que las víctimas se odiasen después de eso». Mi respuesta fue: 

— Una persona no elige lo que hacen los demás, especialmente si éstas no forman parte de su vida por elección personal. Las personas que habláis de que lo que hacen otros sería totalmente humillante para vosotros, sois las primeras que estáis lapidando a la víctima, convirtiéndola en algo que no es. Cargándole una serie de consecuencias que no se merece. ¿De qué lado estáis realmente? Los que anheláis la fuerza del agresor estáis olvidando que hay cosas más grandes.

Cómico: Tras seis años de duelo, pienso que la bisexualidad mola, ¡podéis probar suerte esta noche! 

Psicóloga: Esos son seis años negando, rechazando... luchando contra sí mismo. 

Sobre la autocensura, hay dos tipos de ella: la que se omite para favorecer una situación y la que se sufre. ¿Me repito demasiado? 

Hay dos tipos de persona y cada una de ellas tiene una autocensura predilecta: la persona que maneja su destino y la persona que no. En el primer caso, la víctima de abuso no habla de su situación porque conoce bien la psicología hostil que hay hacia la víctima y no quiere esas repercusiones negativas sobre su persona; en el segundo, la persona tiene miedo de no ser aceptada después de ser despojada de su valor. 

En el primer caso, estamos hablando de una persona que juzga a los juzgadores; en el segundo, hablamos de una víctima que está en contra de las mismas víctimas. 

«La conciencia de la culpabilidad y el sentimiento del deber serían las dos propiedades características del animal gregario», cito de S. Freud *4. «El sentimiento individual y el acto intelectual son demasiado débiles para afirmarse por si solos sin el apoyo de manifestaciones afectivas e intelectuales análogas de los demás individuos. Esto nos recuerda [...] hasta qué punto se encuentra dominado el individuo por las influencias de un alma colectiva, tales como las propiedades raciales, los prejuicios de clase, la opinión pública, etc.». 

Pero esta culpabilidad y sentimiento de deber no son «heroicos», como suele pretenderse. De ahí la encrucijada de este hombre. 

También: «Ya en otras ocasiones (con motivo del narcicismo, de la tristeza y de la melancolía) hemos tenido que construir la hipótesis de que en nuestro yo se desarrolla tal instancia que puede separarse del otro yo y entrar en conflicto con él [el yo vs. el ideal del yo] y le adscribimos como funciones la autoobservación, la conciencia moral, la censura onírica y la influencia principal en la represión». 

Psicóloga: Algunas personas están viviendo auténticos infiernos en sus cabezas: con diálogos internos autodestructivos, castigándose, haciéndose daño de manera directa, indirecta... eso incluye abandono físico, consumo de sustancias, conducción temeraria, trabajar o ejercitarse hasta límites extremos...

La víctima sufridora prolonga el sufrimiento así como los espectadores de una ofensa se mofan de la víctima señalándola mientras ríen. La diferencia es que quienes tan solo son audiencia, no se flagelan, flagelan a otro, y, la víctima sufridora, que contiene audiencia sádica y víctima desolada en una sola entidad, no tiene más salida: tiene que destruirse. Convive con la audiencia sádica día y noche, no se abandonan pues son la misma persona, con la misma exacta mentalidad: hay que acabar con la víctima, es repugnante

¿Quién es héroe en esta clase de situaciones? La persona firme, sana, noble que se aproxima a la víctima y le dice: 

— Estos son perdedores, ven conmigo. No les hagas caso, no los escuches. 

¿Es acaso este héroe la clase de persona que reaccionaría autolesionándose a la ofensa de un externo? No. Es la clase de persona que o plantaría cara o ignoraría, impasible. ¿Os empezáis a dar cuenta? Las malas personas son malas con ellas mismas. 

En la misma situación de tener que defender a otro, a menudo aparece el personaje del amigo traidor. Aquel que, por debilidad, termina cómplice de los agresores para no «sentirse humillado», tal y como dijo mi amigo con una amplia sonrisa. «Pero es humillante, ¿no?», aún hace eco en mí. 

Cómico: Solía culparme mucho por lo que pasó. Era su culpa pero, ¿también era mía? 

Psicóloga: Es muy común que se despierten estos sentimientos de culpa. Esto es porque la mente necesita dar una explicación a todos los sucesos que nos ocurren para sentir control y seguridad. Tenemos que entender cómo ha ocurrido, por qué... con el propósito de evitarlo en el futuro. Una de las vías que nuestra mente suele emplear es la culpa, cambiando el locus de control de externo a interno [*3 esto del cambio de locus lo comento un poco más adelante, el asterisco 3 está dentro del texto]. Pensar que algo tan horrible puede sucederte porque sí y que no puedes preverlo es más amenazante que pensar que tú lo has provocado. 

Hay que ser realistas con lo que es el ser humano. El «no tener ganas de sufrir» se contradice con la actuación de la víctima sufridora. Una persona que quiere evitar el sufrimiento, no se da a una vida de promiscuidad y drogas.

¿Cambiar el locus de externo a interno? Sí, la verdad es que la víctima sufridora dice eso: no hace falta que me mates tú, ya me puedo matar yo. El deseo de arremeter contra la víctima es inherente en la mayoría de personas porque para ser víctima tienes que ser social o físicamente débil. 

Y, ¿de qué sirve una persona débil? Un gran porcentaje tiene alguna dificultad superlativa. Otros, como en este caso, en ese momento fueron víctimas por intoxicación. Sin embargo, el cerebro de la víctima sufridora, como bien dice la psicóloga, no comprende que, de entre todas las personas del mundo, ella haya debido de ser «humillada, estropeada, dominada, desgraciada». Esta clase de víctima me pregunto cómo encara a otra víctima. Y puede mentir todo lo que le plazca: su duelo es el signo inequívoco de su humanidad chueca.

Como en los TCA, la víctima sufridora no ejerce racionalidad para visualizar su situación, porque eso sería demasiado sencillo. Tiene que haber delirio para que haya sufrimiento. 

Psicóloga: Como seres humanos, nos cuesta aceptar que en la vida pueden pasar cosas muy duras y que no siempre tienen una lógica y un motivo detrás. 

No necesitas ser muy espabilado: hay gente agresiva y, por lo tanto, agresores. Te puede tocar a ti como le puede tocar a cualquier otro. Si uno quiere renunciar a su papeleta, que vaya despidiéndose de sus seres queridos. La vida es una lotería desde el momento en que tus células se dividen dentro de tu madre. 

Las personas se niegan a aceptar lo malo del mundo porque eso les hace entrar en conflicto respecto a qué demonios hacen aquí en primer lugar. Os lo diré: el canelo. Especialmente los que engendran tienen una visión rota de lo que es el mundo. Las víctimas vienen de engendradores... pero es que los agresores también. 

Por eso, el otro día, hablando con un señor que tiene tres hijos sobre las charlas de sexualidad que ya les empezaban a dar para orientarlos a una vida sexual digna, dije: 

— Estos activistas pueden romantizar a los chiquillos tanto como quieran, pero antes del primer actor porno ya había violadores. 

¿Es tan difícil comprender que no todo está bajo control? Ni lo está ni queréis que lo esté: es que solo tiene que controlarse lo que vosotros queréis. Y está bien, por supuesto, ¿quién no quiere el máximo provecho? Pero no llevéis esto al desquicie, porque lo hacéis todo a medias, siempre a medias

Psicóloga: Con retrospectiva, a menudo decimos: «bueno, aquello fue duro, pero gracias a ello... todo sucede por algo...» y es una manera muy sana de afrontarlo. 

Concuerdo, pero no es solo sano sino que es inteligente. Esa es la manera real de ejercer el tan deseado control. Tomas tus datos, extraes tus conclusiones, emprendes acción legal —si es requerida— y al día siguiente al zumba con las viejas. ¿De qué lado estás? ¿Del lado del héroe o del lado del villano?

Cómico: Han pasado seis años. Ya no soy joven y desearía que hubiera sido mi culpa... si alguien tuviera que joderme la vida, querría ser yo.  

No te preocupes, que ya ha sido así. 

Para que veáis que el filósofo también sufre, aunque dentro del la categoría de víctima impedida más que de sufridora, os explicaré mi duelo. Cuando tenía nueve años me deformaron la mandíbula. 

Desde que me fijé en el espejo, porque tengo una vista excepcional, de esa consecuencia malévola, no pude sino llorar día sí y día también. Me dolía en el corazón y me dolía, realmente, al ser una condición médica. 

Pensando en que mi vida jamás sería perfecta, al entrar la adolescencia me di al abuso de sustancias y a las conductas suicidas. Me dolían las rodillas, me dolía el cuerpo y hasta estuvieron a punto de diagnosticarme un cáncer. Tiré así casi cuatro años de mi vida. No solo por lo que tomaba o dejaba de tomar, sino por mi actitud, mi negación ante cualquier cosa que pudiera hacerme un bien en el futuro porque «yo no tengo futuro; y si lo tengo, no lo quiero». 

Por eso la víctima sufridora es algo que aborrezco. Porque yo me afligía por algo que me habían hecho y que era imposible de resarcir. Algo cuyo dolor físico me acompañaría por siempre. Días de no poder masticar, días de no poder sonreír por la tirantez de los ligamentos. Y, algo peor: la certeza de que con el tiempo solo iría a más. ¿Dejaría de poder masticar? ¿Qué sería de mi rostro? 

Dios decidió que no podía morir, puesto que me devolvió a la vida todas y cada una de las veces. A día de hoy no tengo motivos para seguir adelante, pero tampoco tengo motivos para no hacerlo si Dios siempre se interpondrá en mi camino. Es el miedo por volver a fallar y tener una vida aún más dura lo que me mantiene en movimiento. Con todo, rio bastante.

Aquí hay algo que sucedió: el primer evento no fue nuestra culpa, fue culpa del resto. Está bien. Ahora la víctima sufridora solo tiene que entender que sí tiene el control de sus acciones. Yo, por ejemplo, hice lo que hice y las secuelas en mi cuerpo son patentes y me avergüenzan porque son una falta de respeto capital hacia mi propio ser. 

3* Pienso que, contradiciendo lo que dijo la psicóloga, no siempre se cambia, ante una amenaza, el locus de control de externo a interno para protegernos: siento que los lapsos de excusa con aún más largos y poderosos. Por eso falla ese shift de control... porque no es real. En estos momentos es cuando la persona más se convence de que no tiene poder, porque una víctima es débil y tiene su destino sellado, a ojos de éstos. Lo cuál es increíble si lo comparamos con el perfil de la víctima impedida. 

¿Imagináis a una víctima de agresión que haya perdido sus miembros inferiores, de oyente en este discurso del cómico? Y, por supuesto, cada uno valora su situación basándose en su experiencia personal pero a veces la víctima sufridora se me antoja cara dura. ¿Estamos seguros de que no habría, la victima sufridora, tomado el mal camino independientemente del abuso? 

Psicología: Volvemos a la culpa y a la necesidad de control. Uno de los factores que más se ha visto que inciden en que la respuesta sea más o menos traumática y patológica es el sentimiento de la falta de control sobre el evento. Cuanto más indefenso, mayor la repercusión. 

Exactamente. Una persona que no tiene la agudeza y fortaleza suficientes como para distinguir sus limitaciones y decidir qué hará y por qué lo hará... así como tampoco es maduro como para asumir las consecuencias de sus propios errores, se faltará y se vapuleará hasta provocar los mayores daños posibles a su propio cuerpo y mente. Pero es que lo peor es la falta de conciencia, la falta de capacidad para distinguir las acciones del otro y las acciones propias. Entonces, al confundirlo todo, es fácil dejarse llevar por la ola de desgracias.

A día de hoy, cuando algo malo me sucede, sigo teniendo la misma personalidad derrotista. Lo primero en lo que pienso cuando me cabreo con el mundo es en rendirme, pero mi orgullo no me permite continuar con este juego ya: si el mundo me ha cabreado, tengo que cabrearlo yo a él, superarlo, no ayudarle a putearle más. Entender qué es lo que más me conviene y, sobre todo, qué es lo que está en mi mano, es lo que me ha ayudado a... ser contante con el blog (inserte risas enlatadas). 

*

Espero que no me malinterpretéis. Como dije en De psiquiatra a paciente y viceversa, uno tiene que ser optimista respecto a sus recursos. Si queréis morir, sin embargo, estáis en vuestro derecho, pero de hablar, hablad con rigor. Decid: «deseo lo peor para mí», así podréis creeros cuando digáis lo opuesto. 


1* La única excepción a la descripción que proveeré es, como siempre, la víctima no solo sufridora sino impedida. Eso es un mundo a parte: se trata de alguien que ha perdido algo para siempre de ese conflicto. Sea una víctima de daño cerebral, vertebral, desmembramiento, parálisis e incluso pérdida de un ser amado. 

2* Recuerdo que he de sintetizar y que voy a adaptar el contenido. No aparecerán los diálogos literales, aunque tampoco sesgados. 

4* Psicología de las masas, capítulos 7 y 9: «La identificación» y «El instinto gregario» respectivamente. 

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