Posible receso en la alfabetización

Predico que «mientras nos entendamos, todo bien» para limar asperezas. Así mismo soy la persona que os explicará la belleza y necesidad de hablar con rectitud. 

Por supuesto, antes de adentrarnos en por qué es importante, tenemos que saber qué es hablar bien. Y no, no me refiero a saber que se trata de no cometer faltas ortográficas y de acatar todo lo que la de lengua dice, no... ¿alguien tiene una definición más precisa que acote la relevancia social y moral de hablar correctamente? 

Yo propongo una... «hablar correctamente» es: «uso reiterado de una herramienta según unas reglas establecidas que preservan la coherencia y fomentan la comprensión universal y objetiva de una serie de materias y objetos tratables». Esto quiere decir que, aunque, sí, yo podría entenderte aunque no hables perfectamente [hemos de tener en cuenta, además, la comunicación no verbal y el contexto], el punto es que seas capaz de ceñirte a unas normas que se siguen de una lógica consistente. Se reaplica esa lógica una y otra vez en cada oración y en cada contexto. Cuanto más intríngulis tiene el objeto tratado, más complicado es que dos personas que se niegan a establecer normas se entiendan. 

Una persona que es incapaz de adaptarse a unas reglas tan simples como las lingüísticas no puede esperar después una buena comprensión de los textos; a su vez, es la persona que será incapaz de transmitir sus ideas, porque no está siguiendo los parámetros consensuados. Mas esto que digo es optimista (rayano en lo iluso), puesto que una persona torpe en lo que es el seguimiento de una disciplina lingüística es casi seguro que tampoco es hábil ordenando sus pensamientos... y quien no es hábil tampoco tiene interés, puesto que la habilidad lleva al interés y éste lleva a la habilidad. Practicad rigor y coherencia y no os faltará nada, pues la ambrosía es superior al alimento [digo, con el buche lleno]. 

Se comenta que desde hace un par de décadas, se ha dado un sustancial declive de la comprensión lectora y de la capacidad redactora. Bueno, mi abuela no sabe leer y mis padres no son los más ilustrados... ellos no son los referentes generacionales clave, pero tampoco conozco a ningún adulto que responda a estas exigencias que les colocan retroactiva y continuamente. Con todo, hago inciso en lo vital de la cuestión literaria. 

La palabra es lo que nos distingue del resto de criaturas. Es la complejidad y precisión de la lengua humana nuestro más valioso tesoro evolutivo. ¿Por qué lo descuidaríamos? La comprensión del mundo nos hace libres, incorruptibles y, perdónenme por la pizca de sensibilidad: competentes en el Amor y en la Amistad. 

Aquellos que reniegan del leer y el escribir están condenados a la acción externa. No entiendo por qué se delegaría en segundos y terceros el núcleo de toda formación: pues te permite adentrarte en cualquier terreno sin que éste te coma. Puedes dominar cualquier materia gracias a las guías del lenguaje. Gracias a él, puedes conocer. Y cuánto más conozcas, más relaciones forjas entre conceptos y, a más familiar con los conceptos, mejor te manejas en nuevos aprendizajes que aparentemente te son inhóspitos. 

Recuerdo que mis actividades preferidas en las etapas académicas tempranas eran las redacciones y los resúmenes:

— Para el próximo día, habréis de tener resumida la mitad del tema — eran los deberes predilectos de una de las mejores profesoras de biología que he tenido. 

Había alumnos que bufaban, que osaban decir que el resumen era una terrible táctica. No sé cómo se piensan que se accede al conocimiento, pero hasta donde yo sé tienes que leer párrafos, libros, bibliotecas para adquirirlo. La mayoría de nosotros no tiene un «cerebro-esponja», así que más te vale quedarte con lo bueno. Las cosas que sé no me las ha explicado un ingenioso profesor Finlandés. Es más, prefiero la concentración exclusiva que se genera durante la lectura profunda, empuñando un lápiz recién afilado.

Por desgracia, la estrategia del resumen hoy en día sí es inútil, puesto que los bots resumen por los alumnos. Espero que esto no se lo tomen como algo natural de la evolución tecnológica. Estamos hablando de un pecado capital humano: el de la vagancia. Pero es que tampoco le podemos pedir mucho al simio. 

«The burden of learning», he estado leyendo en un post sobre enseñar a palomas. Dice: «Si un animal no está aprendiendo, es porque el ambiente es inadecuado o las tareas no son lo suficientemente incrementales, o porque el profesor no entiende las motivaciones del animal. De cualquier manera, la responsabilidad principal de garantizar que los estudiantes aprendan recae en el maestro». 

Sobre la decepcionante ética de las IA

«La inteligencia artificial representa un conjunto de ciencias [...] que pretende imitar las capacidades cognitivas del ser humano. Este conjunto de teorías y técnicas se basa en la suposición de que todas las funciones cognitivas [...] pueden describirse con una precisión tal que sería posible programar un ordenador para reproducirlas», así comienza el primer capítulo sobre La ética de la inteligencia artificial de Sara Degli-Esposti. Dicho sea de paso, espero que en próximas ediciones modifique esa portada de erotismo futurista, porque ha coartado por días mi aura intelectual en el metro de Barcelona. 

Antes de continuar... el siguiente texto no aporta valor alguno. Ni suma eficiencia, ni propone vías inteligentes, ni nada por el estilo. Es solo una postura simplona y realista ante los perpetuos problemas de la civilización. Los errores de lo rudimentario se reflejarán en la actuación de las más elevadas tecnologías: de Dios nada escapa. 

Degli-Esposti nos plantea el infame «¿Piensan las máquinas?». Habla de Leonardo Torres, que en Ensayos sobre Automática, dice del primer modelo de autómata: «ejecuta una por una las operaciones indicadas en la fórmula que se trata de calcular; procediendo en todo momento como un ser inteligente que sigue ciertas reglas; sobre todo en el momento en que hay que escoger un camino en cada caso particular».

Antes de plantearse siquiera si las máquinas piensan o no, deberíamos primero acordar la definición de pensar. ¿En qué consiste, realmente, pensar? Pensar es algo qué hacemos a diario así que, ¿cuál es la dificultad? 

La RAE ofrece: 

  1. Formar o combinar ideas o juicios en la mente. 
  2. Examinar mentalmente algo con atención para formar un juicio.
  3. Opinar algo acerca de una persona o cosa.
  4. Tener intención de algo. 

Vaya, parece que pensar, que no es más que un acto incluido en la experiencia consciente, que de por sí hemos definido hasta la saciedad como nada más y nada menos que «procesar los datos del exterior y el interior para la elaboración de respuestas acordes» y por lo tanto sinónimo de mero proceso de información, , puede ser ejercido por una máquina. De hecho, la máquina se ha hecho para procesar. La diferencia fundamental entre el procesador (pensamiento) humano y la máquina es el siguiente factor: el humano da la casualidad que procesa y la máquina se ha hecho con ese propósito.

Nos cita también de Giant Brains: Or Machines That Think: «Recientemente ha habido muchas noticias sobre extrañas máquinas gigantes que pueden manejar información con gran velocidad y habilidad. Estás máquinas son similares a lo que sería un cerebro si estuviera hecho de hardware y cables en lugar de carne y nervios. Una máquina puede manejar información: puede calcular, concluir y elegir, puede realizar operaciones razonables con información. Una máquina, por tanto, puede pensar», lo cual es un razonamiento muy correcto por parte de Edmund Berkeley. 

Entonces, Degli-Esposti se hace la siguiente pregunta infame: «¿Basta con saber calcular para pensar? ¿Basta con eso para tener conciencia?», a lo que añade: «Y podríamos continuar con una larga disquisición sobre aquello que define al ser humano. Estas reflexiones nos llevan a pensar en el carácter fenoménico de la experiencia». Sí, es fenoménico. Pero, de cualquier manera, no comprendo el hilar el pensamiento con lo que es el ser humano. El ser humano piensa, pero no todo lo que piensa es humano. Este antropocentrismo romántico hace mella de nuevo, como vimos en la serie de Por qué intento besar a Chatgpt, dónde le dimos traca a por qué procesar la información tiene por fuerza el mismo flujo en cualquier procesador. Hay cosas que solo pueden ser de una manera por definición. 

Dejando de lado el tema de la conciencia, Degli-Esposti introduce los AGI y los ANI (las primeras, inteligencias generales y las segundas, inteligencias ajustadas). Por supuesto, no podía evitarse la aparición de Isaac Asimov con las tres leyes de la robótica *1

Se plantea pues la pregunta de si un chatbot, como lo es hoy Chatgpt, es una AGI y, de serlo, «¿tiene conciencia?». Para resolver este enigma se nos comenta un experimento filosófico, «La habitación china». 

«Propone imaginar a un hombre sin conocimientos de chino dentro de una habitación al que se le introducen frases en chino por debajo de la puerta. El hombre manipula las frases de forma puramente simbólica (o, mejor dicho, sintáctica) según un manual de instrucciones que incluye un conjunto de reglas. Coloca respuestas que engañan a los de fuera haciéndoles creer que hay un hablan de chino dentro de la habitación. El experimento mental demuestra que la mera manipulación de símbolos no se puede considerar una forma real de comprensión». 

Tengo mucho y a la vez nada que decir al respecto. Las malas jugadas de la perspectiva poética... como español, voy a hablar del español: ¿qué es el español? El español es la lengua oficial de España. Vale, igual solo quería fardar de que soy español. Lo que tenemos que preguntarnos es: ¿qué es el lenguaje? 

He de admitirlo: nuestro camarada no sabe chino, porque no califica para la definición mínima, pero ha usado chino. Está bien, eso es una burda apariencia para el observador que desesperadamente necesita corroborar que hay chino-hablantes... no obstante, lo cierto es que un chatbot sabría mucho chino. Demasiado chino. Y le puedes preguntar, que seguirá ampliando su chino. Sin embargo, ¿por qué su chino no es real y el de tu barista sí? Porque no comprendes la pregunta que he hecho hace un momento: ¿qué es el lenguaje? O, ¿para que sirve? 

— Chatgpt, ¿sabes chino? 

— ¿Que si sé chino? Pregunta, zoquete. 

El lenguaje es una herramienta de transmisión de información. «Transmitir información intencional en un idioma determinado». Esto es un cortocircuito, pero el cerebro de carne procesa el lenguaje estrictamente verbal igual que Chatgpt: por predicción, estadística, referencia. No, no le viene a la «mente» el olor de las flores de hibisco cuándo le pides la traducción, pero, ¿acaso a ti te llega ese aroma? ¿Acaso no has podido completar con éxito la frase de una persona solo por el contexto? ¿Eso significa, acaso, que no comprendes sus palabras? Yo te vi respondiendo a ellas, como si tuvieras capacidad de procesamiento... ¿limitaciones? No creo que te puedas leer el Quijote sin un diccionario, mientras que Chatgpt te lo resume en tres líneas. Por supuesto, él no ríe con los molinos, porque no tiene ese mecanismo evolutivo (ni cuerpo para ejercerlo)... tampoco tiene vivencias personales que relacionar con esos cuentos. Pero todo eso son datos. De la misma manera que a mí me hacen llorar Los Simpsons por mi cotejo de datos, a otros les resulta hilarante.

Captación de datos y manejo de conceptos relativos. No hay otra cosa que califique como comprensión, guste o no guste. 

Chatgpt no comprende la noche como tú: tú comprendes la noche como un refugio, como un escape de la presión laboral, como un abrazo con el ser amado. Pero olvidas que todo esto no son nada más que datos. La palabra «noche» tiene diferentes significados para cada individuo. Para algunos es más un descanso, para otros es más pasión, para otros es simple y fríamente, cuando ya no se ve el sol y lo que ilumina la tierra es un claro de luna. Sin embargo, no lo olvidéis jamás: también puedes decirle a la IA que se tense y que busque refugio. El alivio, el descanso, son productos de una tensión ancestral nuestra, de unos propósitos profundos. No significa que comprendamos la palabra «noche» de ninguna forma especial. 

Sobre las limitaciones de lo genuino, ya hablamos en entradas anteriores y concluimos que nos cuesta admitir que no somos más que un cúmulo de experiencias y conclusiones y que como no podemos identificarnos con Chatgpt porque Chatgpt no pasa soledad ni hambre, creemos que nuestras herramientas son de una profundidad y alcance superiores. Y no niego sus limitaciones a la hora de comprender los males humanos, pero es que tu vecino no te entiende tan bien como crees. Yo sí, yo te comprendo, pero es que soy filósofo. 

«¿Actúa la IA de manera intencional?», la respuesta es otra pregunta: «¿qué es una intención?». El miedo perpetuo a que las IA dominen el mundo es irrisorio. Os pensáis que el bien y el mal están designados y que la gula es universal. La IA no siente necesidades ancestrales de conquista y dominación. La IA actúa según debe actuar, según su algoritmo preciso le dicte. 

En El gen egoísta, pág. 79 de Salvat Ciencia, aparece la anécdota de las colmenas, a la que me remito a diario: 

«Las hijas abejas de la colmena se dividieron en tres grupos. Uno de ellos demostró un comportamiento higiénico perfecto, un segundo grupo demostró carecer de ese comportamiento [y el último grupo] perforó las celdillas de cera de las larvas enfermas, pero no continuó con el proceso de arrojar la larva. [Se conjeturó] que podía haber dos genes separados, uno para destapar la celdilla y otro gen par arrojar la larva fuera de la colmena».

La IA escoge un camino u otro en base a unas necesidades humanas. Las necesidades de la máquina son, pues, inyectadas y las de la carne son necesidades heredadas, forzosas (como hemos visto en las abejas, que siendo seres simples con vidas simples, podrían tener algoritmos con patrones, luego, más simples, pero que no por ello se alejan de la realidad humana). 

Degli-Esposti dice: «si asumimos que el razonamiento instrumental es sinónimo de inteligencia y afirmamos que la inteligencia es independiente de la motivación, podríamos afirmar que tanto AGI como ANI podrían perseguir objetivos propios, no compartidos por los seres humanos». 

La inteligencia se mide por su ejecución, no por su motivación. Es decir, por sus resultados, eso que quede bien claro. De cualquier manera, creo que muchos, debido a los derredores de carne, olvidan que la IA no tiene un legado heredado. 

La psicología hostil de víctima

Con el boom de Baby Reindeer, muchos psicólogos se han puesto las pilas para explicar cómo se trata con víctimas de abuso sexual. Pero yo no vengo a contaros cómo manejar la culpa y la reclusión, no. Yo vengo a daros la radiografía psicológica de la víctima sufridora. Y no solo de abuso sexual, sino de cualquier tipo de agresión. Os aseguro que después de esto no sabréis cómo mirar a nadie a la cara. 

El tipo de víctima que se diseccionará es, como he dicho, la que sufre. La que sufre mucho: no solo en el lapso de eventos sino que puede estar años y años dominada por el duelo*1. Esto es clave porque a todos nos puede tocar un mal momento, pero no estemos cortados por el mismo patrón y hemos de entender con quiénes tratamos cuando nos topamos con esta figura. 

Antes de que digáis que no puedo hablar de tal «víctima sufridora» por esa misma diversidad, os diré: las víctimas solo tienen en común la condición de víctimas, pero en el caso de las sufridoras, tenemos que son víctimas y que son sufridoras. Ya es una ampliación del perfil. 

Puesto que ha sido fruto de Baby Render, vamos a tratar el tema comentando el vídeo de una psicóloga que reacciona al monólogo real del cómico que sufrió los hechos emitidos en la serie. El hombre la verdad es que se expresa muy bien*2

Cómico: Nunca tuve pensamientos homosexuales antes del incidente [este es el primer punto. Tras el abuso sexual sufrido por otro hombre, él inició encuentros sexuales con hombres y mujeres transexuales]. 

Psicóloga: En la serie, esto era uno de los elementos que más lo atormentaban. Sentía mucha vergüenza y culpa. Y no solo por el conflicto con la masculinidad que desarrolló a raíz del incidente, sino por el conflicto entre haber sido asaltado por un hombre y luego sentirse atraído por más que mujeres. Se siente confundido, «estropeado». Como si lo hubiera deseado, como si le hubiera gustado. 

Es curioso, ¿no? Esto a menudo se deja pasar como si nada. Las víctimas se hostigan de la misma manera en que otros las hostigarían a ellas y, peor, se hostigan a sí de la misma manera en que hostigarían a otros

Esto es lo más bello de la conducta social humana. En la mayoría de casos, la víctima tiene el mismo perfil psicológico que la audiencia y, por lo tanto, se juzga como juzgaría a otros. No es sorpresa encontrarse con gente que se odia a sí misma y que luego arremeten con los demás. 

Ejemplo típico: personas con físicos descuidados que no tienen ningún problema en señalar con inquina lo que consideraran un «defecto» sobre el cuerpo ajeno. Te hablan de la misma manera en que se hablan a ellos y, si no te faltan, no te preocupes, si se faltan duramente a ellos, te faltarán en el pensamiento en cuanto tengan la oportunidad. Al menos, el silencioso es más educado. Seguramente te has pillado incluso a ti mismo con un pensamiento hostil. Por eso, a menudo se dice: el perro grande no mira el tamaño de los demás

A lo largo del monólogo habla de cómo le han despojado de su hombría, lo han mancillado. ¿Con qué ojos vería él a un segundo que hubiera pasado por lo mismo? Que me lo diga y que me mienta...

Cómico: No sé si yo era así antes y yo no le hube dado vueltas, pero a raíz de ello empecé a cuestionármelo todo sobre mí. Ahora las cosas son así. Solía odiar ese lado de mí mismo, me gustaba quién era antes. 

Este tipo de víctima reacciona igual al mal ajeno. En cuanto ven a una persona que ha sido atacada, se cuestionan quién o qué es la víctima. 

El otro día estaba charlando con un amigo sobre víctimas de acoso escolar. Él aseguró que «era humillante» y que «tenía sentido que las víctimas se odiasen después de eso». Mi respuesta fue: 

— Una persona no elige lo que hacen los demás, especialmente si éstas no forman parte de su vida por elección personal. Las personas que habláis de que lo que hacen otros sería totalmente humillante para vosotros, sois las primeras que estáis lapidando a la víctima, convirtiéndola en algo que no es. Cargándole una serie de consecuencias que no se merece. ¿De qué lado estáis realmente? Los que anheláis la fuerza del agresor estáis olvidando que hay cosas más grandes.

Cómico: Tras seis años de duelo, pienso que la bisexualidad mola, ¡podéis probar suerte esta noche! 

Psicóloga: Esos son seis años negando, rechazando... luchando contra sí mismo. 

Sobre la autocensura, hay dos tipos de ella: la que se omite para favorecer una situación y la que se sufre. ¿Me repito demasiado? 

Hay dos tipos de persona y cada una de ellas tiene una autocensura predilecta: la persona que maneja su destino y la persona que no. En el primer caso, la víctima de abuso no habla de su situación porque conoce bien la psicología hostil que hay hacia la víctima y no quiere esas repercusiones negativas sobre su persona; en el segundo, la persona tiene miedo de no ser aceptada después de ser despojada de su valor. 

En el primer caso, estamos hablando de una persona que juzga a los juzgadores; en el segundo, hablamos de una víctima que está en contra de las mismas víctimas. 

«La conciencia de la culpabilidad y el sentimiento del deber serían las dos propiedades características del animal gregario», cito de S. Freud *4. «El sentimiento individual y el acto intelectual son demasiado débiles para afirmarse por si solos sin el apoyo de manifestaciones afectivas e intelectuales análogas de los demás individuos. Esto nos recuerda [...] hasta qué punto se encuentra dominado el individuo por las influencias de un alma colectiva, tales como las propiedades raciales, los prejuicios de clase, la opinión pública, etc.». 

Pero esta culpabilidad y sentimiento de deber no son «heroicos», como suele pretenderse. De ahí la encrucijada de este hombre. 

También: «Ya en otras ocasiones (con motivo del narcicismo, de la tristeza y de la melancolía) hemos tenido que construir la hipótesis de que en nuestro yo se desarrolla tal instancia que puede separarse del otro yo y entrar en conflicto con él [el yo vs. el ideal del yo] y le adscribimos como funciones la autoobservación, la conciencia moral, la censura onírica y la influencia principal en la represión». 

Psicóloga: Algunas personas están viviendo auténticos infiernos en sus cabezas: con diálogos internos autodestructivos, castigándose, haciéndose daño de manera directa, indirecta... eso incluye abandono físico, consumo de sustancias, conducción temeraria, trabajar o ejercitarse hasta límites extremos...

La víctima sufridora prolonga el sufrimiento así como los espectadores de una ofensa se mofan de la víctima señalándola mientras ríen. La diferencia es que quienes tan solo son audiencia, no se flagelan, flagelan a otro, y, la víctima sufridora, que contiene audiencia sádica y víctima desolada en una sola entidad, no tiene más salida: tiene que destruirse. Convive con la audiencia sádica día y noche, no se abandonan pues son la misma persona, con la misma exacta mentalidad: hay que acabar con la víctima, es repugnante

¿Quién es héroe en esta clase de situaciones? La persona firme, sana, noble que se aproxima a la víctima y le dice: 

— Estos son perdedores, ven conmigo. No les hagas caso, no los escuches. 

¿Es acaso este héroe la clase de persona que reaccionaría autolesionándose a la ofensa de un externo? No. Es la clase de persona que o plantaría cara o ignoraría, impasible. ¿Os empezáis a dar cuenta? Las malas personas son malas con ellas mismas.