Conversaciones con B. Russell

Durante mi lectura de Conversaciones con Bertrand Russell, no cesó el disgusto. Pensándolo en frío, pienso en que quizá sus respuestas fueron lo mejor. Quizá era un tipo mucho más inteligente de lo que aparentó: quizá estaba intentando llegar al público de manera... amigable. Yo en su lugar, quizá hubiere sido un bruto y, siendo un bruto, quizá me hubieran guillotinado... bueno, retiro lo dicho, Russell me acaba de llamar al teléfono: 

— Tres pasiones, simples pero abrumadoramente fuertes, han gobernado mi vida: el anhelo de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad.

— ¿Has parido? 

— Tres hijos.

— ¿Y en qué consiste tu piedad por el sufrimiento de la humanidad? Perdón, tú has dicho... insoportable piedad.

Y cortó la llamada. He intentado volver a llamar, pero el muy golfo me ha bloqueado. Para los que me conocen, ya saben que el chiste se cuenta solo. A quién le importe el sufrimiento de sus hijos, que no de a luz. Ahora veréis claramente como cualquiera con esa mentalidad comete errores... incluso si estos son solo perceptibles para quien hila como un hilador. 

Comentaré a continuación algunos fragmentos de cuatro primeros diálogos, de los trece que el libro contiene. Estos diálogos se emitieron en televisión durante la primavera de 1959. Russell no utilizó guion alguno y tampoco se repitieron tomas. Su entrevistador fue un experimentado comentarista de televisión (Wyatt). 

En reiteradas ocasiones veremos como le proponen una métrica superficial*2: él la rechaza, alegando que es, sin error, superficial, no es lo suficientemente inteligente para él y acto seguido y sin ningún pudor propone una métrica igual de escasa. Y tan pancho se queda, como el sofista que es. Y lo peor, es que no es un maquiavélico sofista: es, por desgracia, ingenuo e incompetente. 

1. Sobre la filosofía. 

Wyatt: Dinos, ¿qué es la filosofía?

Russell*1: Desde mi punto de vista, la filosofía especula sobre cuestiones para las que no es posible un conocimiento exacto todavía

Esta es la definición vulgar de la filosofía por antonomasia. 

Tenemos ante nosotros a uno de esos académicos ciegos a su religión (la Academia, por si no era evidente) y peca, por ende, de optimismo científico. Sobre-optimismo. Cualquier persona debería entender que no hay un conocimiento exacto para nada, por eso las teorías científicas son teorías, para preservar el rigor. Incluso cuando algo parezca sumamente claro, no olvidéis, por favor, que Dios es grande: es infinito. Si crees que puedes tener un conocimiento exacto sobre algo, es que no comprendes ni el principio más básico de las cosas. 

Russell: Se podría decir que ciencia es lo que sí sabemos y filosofía lo que no sabemos. Se trata de una definición muy simple, pero constantemente vemos cuestiones que pasan de la filosofía a la ciencia. 

Ciencia y filosofía ya se vinculan dentro de la ciencia. Las hipótesis científicas son iguales que las hipótesis filosóficas porque es el mismo concepto. Separar ciencia y filosofía como lo que sí se sabe de lo que no, cierra las teorías científicas definitivamente: graso error. El buen científico es un buen filósofo y viceversa. Una hipótesis se intenta fundamentar en datos fidedignos. Los datos pueden estar errados, pero la intención, creo yo, nunca es elaborar una fantasía. Entonces es que ni eres científico ni eres filósofo, eres una tercera cosa: un corruptor. 

Obviando que ciencia no es lo que sabemos sino lo que aún no se ha contradicho tajantemente (ah, los fractales de la vida, si es que la vida es predecible y constante). 

Russell: La filosofía tiene dos usos fundamentales. 

1) Mantener viva la especulación → sobre cosas que no son alcanzables mediante el conocimiento científico, pues este solo cubre una parte muy pequeña de lo que le interesa a la humanidad. No es bueno que la gente solo divague sobre lo ya confirmado. Hay que hipotetizar. 

2) Mostrar que hay cosas que creíamos saber y no sabemos. 

La filosofía sí debe trabajar con lo ya confirmado. La filosofía no debe trabajar con lo que axiomáticamente se ha contradicho (¿quién osaría cuestionar el tercero excluido?). Mantener viva la especulación está guay hasta que salen neofilósofos feministas. Hay que insistir en los fundamentos que no solo son científicos, sino que son axiomáticos, perfectos y maravillosos.

Los dos puntos son lo mismo, pero aún así se contradicen. El primer punto nos dice que no debemos ceñirnos a lo que la ciencia ya sabe, el segundo dice que a lo mejor lo que creemos saber quizá no lo sabemos. ¿No sería más fácil, conciso y riguroso decir que es positivo incentivar la especulación porque la ciencia no puede abarcarlo todo? Ni puede ni podrá. Este es un discurso para aquel que no simplemente asiente y calla sino que además escucha. 

Russell: La filosofía no es simplemente una sierva de la ciencia, pues hay cosas que ésta no puede abordar. Por ejemplo, aquellas relativas a los valores. La ciencia no te dice qué es bueno y qué es malo. 

Y sigue y sigue. Te dice lo que es bueno y lo que es malo, pero definiendo para qué. Y es exactamente lo que debería hacer la filosofía, en lugar de hablar de virtudes genéricas, deberían establecer una métrica que realmente diga algo. 

— Quiero ser bueno. 

— ¿Y cómo vas a serlo? 

— Siendo bueno. 

Es estupendo, así uno puede cumplir con cero objetivos. Ser bueno es como hoy en día en 2024 ser mujer: es... incierto. ¿Sabéis lo que es una empresa? Empresa se define como una acción que se pretende llevar a cabo, no es solo un grupo internacional. Si habéis estudiado algo de empresariales sabréis que lo primero es definir el objetivo de ésta. ¿A dónde vamos? A hacer algo bueno. Es la fórmula del fracaso, de ahí nuestra patética historia política. 

Russell: La ciencia solo te dice lo que es bueno y malo como medio, pero no como fin. 

Siquiera osar pronunciar esto en televisión es corrupción, es perversión. Puesto que lo bueno y lo malo son dirigidos a algo y nunca como algo en sí mismos. Esos son votos religiosos y a estas alturas de la historia deberíamos ya saber que la religión y la ciencia son enemigos: porque la religión merma la especulación, tan querida por Russell. 

2. Sobre la religión.

Wyatt: ¿Alguna vez ha sentido ud. una pulsión religiosa? 

Russell: De adolescente. El interés en la religión me llevó, de hecho, a investigar si había razones para creer en ella. Empecé mi investigación por tres cuestiones a mi criterio esenciales: Dios, la inmortalidad y el libre albedrío. Eventualmente vi que no había razones para creer en ninguna de ellas. 

1) Sobre el libre albedrío → el argumento que usé no lo veo concluyente ahora mismo. Pensé que, ya que todos los movimientos de la materia están determinados por las leyes de la dinámica, el movimiento de los labios de una persona cuando habla también debía estar así determinado. 

Es increíble como un hombre puede dar con la solución por casualidad, porque por sesera no es, y luego repudiarla. Es un claro ejemplo de como las leyes de la dinámica actúan: una idea así no puede realmente existir en un cerebro asá, por lo que se desvanece, fugaz. 

2) Sobre la inmortalidad → me parecía claro que la relación entre el cuerpo y la mente, cualquiera que pueda ser, es mucho más estrecha de lo que se considera y que, por lo tanto, no hay razón para pensar que la mente persiste a la descomposición. 

Está bien. No entiendo por qué tanto «cualquiera que pueda ser» tan continuamente. Lo entiendo de filósofos antiquísimos pero los contemporáneos hablan más o menos igual del «fenómeno de la conciencia». 

El problema surge, de nuevo, de la falta de rigor verbal. Veamos: ¿qué significa «mente»? La primera definición decente que me he topado dice: «conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes, especialmente de carácter cognitivo». La mente es un conjunto de actividades que tienen lugar en el cerebro y el descubrimiento del cerebro es anterior a Russell. Entonces, teniendo mente como procesos neurológicos que se dan en el cerebro y el cerebro estando contenido dentro del cuerpo, no atisbo a comprender la incertidumbre. 

Esto es un vestigio religioso suyo, que se ha mezclado con conocimiento anatómico y neurológico y ha dado como lugar a esta bazofia porque Russell no filtra sus conocimientos, los amalgama y los escupe, escupe viles aberraciones en contra del sentido común. Cuando uno no pule los cimientos de sus discursos, el resultado no es sólido. Tendrá puntos fuertes y puntos débiles, pero no se sabrán siquiera detectar ni analizar. Un método así está condenado. 

3) Sobre Dios → se han propuesto argumentos a favor de su existencia, pero pensé que todos son inválidos pues se sostienen en mera fe. 

Está bien. Dios es una cuestión metafísica y solo debe entenderse como el motor del todo. Inescrutable, justo como el todo. Es imprescindible conocer las fuerzas para conocer lo sometido a ellas. Ese conocimiento inaccesible pero evidenciado en todo lo que vemos, infinito, eterno, es Dios. Lo demás son definiciones vulgares. Dios nadie debería entenderlo como la figura religiosa de Cristo. Cuando alguien pregunta «¿cree ud. en Dios?» una mente sana no responde «no hay evidencias», responde, «¿acaso no cree usted en el todo que lo conforma y lo rodea? Dios es esa voluntad incontestable: es lo que es y la razón por la que otra cosa no pudo ser». 

Wyatt: ¿Cree que la religión es buena o mala en relación a los efectos que produce? 

¿Veis? Dice buena o mala en relación a sus efectos, no dice buena o mala en qué efectos, en qué circunstancias. ¿Ha sido buena controlando las epidemias (como se vio en La gaya idea cristiana de la salud sexual)? ¿Ha sido buena redistribuyendo recursos? ¿Ha sido buena controlando la densidad poblacional? ¿Ha sido buena favoreciendo la integridad familiar? 

Russell: Creo que la mayoría de sus efectos en la historia han sido perjudiciales. La religión hizo [inserte sermón histórico], sostuvo correcto o erróneo la creencia de cosas independientemente de su veracidad. 

Como la pregunta no ha definido una métrica, Russell tira por el moralismo barato de que «se inhibe el progreso científico». 

Me pregunto qué hace la mayoría de la gente con el conocimiento científico a parte de malinterpretarlo y de usarlo a ciegas. Se ciegan con supuestos estudios, no aprenden a extraer sus propias conclusiones... pero es quizá lo mejor. 

El borrego debe permanecer callado, sometido. No es ningún problema mientras la política en cuestión sea efectiva para el propósito para el que ha sido establecida. Si no, tampoco es un problema, sino para el creador, que se percatará de su incompetencia y quizá se le ruboricen las mejillas. 

Wyatt: ¿Quiere decir que hay una especie de censura que impide el pensamiento libre? 

Sí, pero no se llamara religión: se llama Dios (no es una contradicción si me habéis escuchado bien) y está en todos nosotros dispuestos a encauzarnos en un destino predefinido. El pensamiento libre, así como el libre albedrío, no existen y por lo tanto es innecesario discutirlos.

Russell: Sí. Siempre se enseña una creencia. En las escuelas cristianas es una, en las comunistas es otra... y la evidencia que sostiene esa creencia no es examinada con imparcialidad. Tampoco se anima a los niños a descubrir qué hay al otro lado. 

Russell, está bien. Como padre no comprendes que las cosas solo tienen un rumbo: el malo. Oh, pero no entiendes que también solo tienen un rumbo: el bueno. 

Con esto quiero decir que la aplicación de una política siempre surtirá un efecto negativo y positivo simultáneo en diversos aspectos, incluso en los insospechados o inadmisibles. 

Al final, la religión es un conjunto de pautas políticas que, en lugar de sostenerse por la figura de «Dios» se sostienen por la figura del «Bien»; todas ellas sostenidas por la conciencia colectiva predominante. 

Políticas antinatalistas o infanticidas han existido desde siempre para regular el crecimiento poblacional dependiendo de los recursos disponibles y se les ha dado connotaciones religiosas pero, verdaderamente, es un sensual producto termodinámico. 

Para otro ejemplo tenemos la entrada El mono y la mona jugando a bomberos, donde explico largo y tendido cómo las tendencias políticas impactan neutralmente en la cultura: las cosas nunca son mejores ni peores, solo diferentes. El bien ni se crea ni se destruye: solo se modifica el prisma. 

Russell: Los Padres de la Iglesia no se preocuparon mucho por la caída del Imperio Romano. Estaban más ocupados con cómo preservar la virginidad. Se dedicaron a sermonear a la gente en lugar de controlar los ejércitos y la economía. Cuando la raza humana está en declive, me parece que las cabezas pensantes en materia de religión, creen que es más importante evitar la inseminación artificial que la guerra mundial que nos puede exterminar a todos. Esto es una carencia del sentido de la proporción. 

Subjetivo, pero comprendo tu molestia. El Imperio Romano, sin embargo, es una cosa finita, mientras que la sexualidad humana y su control duraran hasta la muerte del último humano. Reconsidere después de mis palabras cuánta sensatez había en las prioridades clericales. 

3. Guerra y pacifismo. 

Wyatt: ¿Le parece razonable decir que ha habido guerras justas?

Russell: Sí, creo que es razonable, aunque habría que definir lo qué se pretende por «justas». Podríamos referirnos a las que están dentro del margen legal o a las que probablemente hicieron mayor bien que mal. 

La primera métrica está bien, porque se define por unas pautas concretas (las leyes de ese momento). La siguiente ya vuelve a demostrarnos que Russell no tiene ganas de darle al coco. 

A continuación pone ejemplos de ambos casos. Sobre la guerra legal no tengo nada que decir, pero cuando ejemplifica una guerra «buena por sus buenos efectos», dice: 

Russell: Una guerra buena fue la ocupación de Norteamérica por el hombre blanco, incluso si no tuvo una justificación legal. 

Como no sé nada de historia, acudo a Google (digamos Google, que ahora es como lo que eran las bibliotecas, por los avances en síntesis de información... ahora es un recurso vintage y honorable) y me da los siguientes puntos positivos de la guerra: 

  • Desarrollo tecnológico y científico: nuevas tecnologías agrícolas, sistemas de transporte y comunicación, y avances médicos, que eventualmente beneficiaron a la población en general.
  • Progreso económico: ¡mira donde está Norteamérica ahora! 
  • Creación de nuevas instituciones políticas.
  • Expansión del conocimiento: intercambio cultural y el acceso a un conocimiento más amplio. 
Y los siguientes puntos negativos: 
  • Destrucción de culturas indígenas: destrucción de innumerables culturas y sociedades indígenas, la pérdida de lenguas, tradiciones y modos de vida ancestrales.
  • Genocidio y desplazamiento: millones de indígenas murieron a causa de enfermedades, guerras y desplazamientos forzados. 
  • Explotación y desigualdad: sistemas de explotación y desigualdad, incluyendo la esclavitud y el racismo institucionalizado.

 El «hizo más bien que mal» es una actitud teleológica del progreso, que se enfoca solo en lo bien que le ha ido a Norteamérica. Sin embargo, esta es una región geográfica y no un individuo. Imagínese cómo lo vio la persona indígena desplazada. Sabéis que el pasado me la trae sin cuidado y por eso soy el más indicado para decirlo. El hizo más bien que mal es una postura subjetiva. Háblame de lo que ha conseguido la guerra, pero no puedes decir que hizo «más bien que mal». 

Como ejemplo, suponte que eres un indígena. Tienes una cultura teológica, pero también tienes sentimientos. Invaden tu tierra y se ríen de tus pasiones. ¿Cómo es eso admisible? Tu tribu les ha dado problemas a los blancos, ¡ahora tus hijos han muerto! ¿Cómo se come ese «bien»? Si tu asesinato salva a otros mil, ¿lo sentirás «bien»? No soy un melancólico y ya hablé de esto en Recibir lo que se merece, donde dije: 

«Cuando tu comunidad ejerce discriminación irracional hacia otro individuo, resulta que la falta de cohesión admite discriminación por parte de un grupo externo. ¿Por qué? Como acabo de decir, cuando permites discordia, discordia tendrás». 

En definitiva, una cultura antigua, menos fundamentada en la razón que lo que tenemos hoy en día, sí, es inconsistente y no «merecía» longevidad. 

Pero si estáis de acuerdo con Russell y ahora estáis tensos porque os parece que no paro de contradecirme o que no voy a ningún lado, insisto: esto de dar vueltas es solo porque estoy siendo imparcial. Estoy negándome a dar por hecho de qué va el discurso: estoy exigiendo que se establezca un significado para ese «bien», de manera que yo pueda darle la razón o quitársela. 

El progreso no es un «bien» en si mismo: de hecho, el concepto de «progreso» es otra cosa que cabe desarrollar largo y tendido. El progreso en sí es una percepción positiva que se tiene sobre el avance de las cosas, porque el avance del tiempo nos ha provisto de cosas maravillosas... a la vez que nos ha quitado otras tantas. ¿Hace cuánto que no ves las estrellas? Esto es una broma, a mí me dan igual las estrellas y las puestas de sol. 

Pero mis filias no son el quid de la cuestión. ¡Díganme! ¿De qué hablaba Russell? Le habéis dado la razón sin que haya dicho de qué estaba hablando. Estamos tan acostumbrados a excusarnos con «¡es mi opinión! ¡Es mi opinión!» que se nos olvida que hemos de fundarla en hechos claros

«Habitualmente nos topamos con el siguiente escenario: dos personas discuten qué es lo mejor. Se dicen de todo, llegan a las manos y hay gritos y llantos. ¿Sabes por qué? En la mayoría de casos las cosas se solucionan preguntando: ¿y para qué? ¿Por qué?», se vio en La adjudicación de valor y los objetivos primordiales.

Pero no olvidéis esto: no es solo la gente necia la que emplea esta herramienta. A menudo, lo usarán y usaréis como herramienta de manipulación. No tengo inconveniente, pero hay que discutirlo cuando se trata de una figura tan reverenciada como es el Sr. Russell, para que la gente tome sus propias decisiones —no, no, no es lo que pensáis, yo tan solo quiero que se os pueda hablar como a personas y no como a animales, me da igual como alcancéis vuestros objetivos primordiales. Cada quien tiene una misión, pero no pervirtáis vuestros pensamientos más íntimos. 

4. Comunismo y capitalismo. 

Wyatt: ¿Cuáles cree que son las similitudes entre el comunismo y el capitalismo? 

Yo diría que la cantidad ingente de definiciones que puede darte la gente respecto a cada sistema. Nadie sabe de qué se está hablando. 

Russell: Existen muchas similitudes producto de la técnica moderna. Esta técnica requiere de unas organizaciones enormes, centralmente dirigidas, y esto da lugar a un determinado tipo de gobierno corporativo que las hace funcionar. Las diferencias, pues, no están en el tipo de gestión [puesto que todos los sistemas por necesidad se rigen con misma estructura], sino en el grado. 

Wyatt: ¿Cree que eso conduce a que la gente en Rusia y en EE.UU. tengan los mismos deseos? Un coche, compensaciones materiales... 

Russell: Sí, eso creo. Todo el mundo es materialista, está en la naturaleza humana. 

Bueno, lo dejo por aquí porque me he aburrido. El que quiera leer algo al respecto de los sistemas políticos ya tiene Mi problema con la política, una apasionante entrada sobre porque debemos desentendernos todos cuanto antes de discusiones de sistemas políticos que no nos incumben: ¿dónde quedó la familia? 

*

1* Aquí pone Lord Russell, madre de Cristo, nombre tan magnánimo para tan poca cosa...

2* Entendamos como métrica superficial aquello con lo que realmente no se dice nada y por lo tanto no dirige el discurso. Es más como un acuerdo social mediante el cuál se accede a no discutir nada, tan solo aquello con lo que aparentemente hay previa connivencia (claro, como no se dice nada, no se destapan discrepancias). «Se valorará la guerra en base a cuánto bien ha hecho», ¿bien a qué? ¿Bien a las infraestructuras? No se han roto demasiadas cosas... ¿bien a la economía armamentística? Algunas naciones han obtenido ingresos significativos... ¿bien a la moral? Hubo una conquista religiosa... ¿bien en global? Eso es absurdo, el bien sirve a algo concreto, no a un todo. 

Pongamos un ejemplo de como las métricas superficiales evaden todas las discusiones desde que el hombre desciende del primate. Hay dos personas y una mesa. Uno de ellos dice: «Esta mesa es buena». La otra persona asiente. ¿Es buena para qué? No se ha dicho nada, pero ambas personas están de acuerdo. Un optimista diría que se sobreentiende y yo diré, sí, se sobreentiende que se está hablando de alguno de los aspectos de la mesa. Eso no la hace buena en global, pero entiendo que un aspecto puede sobresalir durante la métrica para extraer las conclusiones. Pero hay que definir ese aspecto

Se ha acordado que la mesa es buena, sí, pero uno piensa que es buena porque estéticamente corresponde con el resto del hogar y otro ha hablado de la resistencia. El de la estética, además, supongamos que piensa que esa mesa no tiene una buena calidad porque sus muebles de roble son muy superiores; el de la resistencia piensa, además, que no es bueno para la estética, que al conjunto le sobra. Ósea que no solo estamos hablando de que hay un aparente punto de acuerdo al decir vagamente «la mesa es buena» sino que para más inri hay dos opiniones opuestas mientras se dice lo mismo. Esto es un claro ejemplo de como habitualmente se habla por hablar y no se llega a ningún lado. Por eso las cuestiones más elementales aún se siguen hablando, cuando para estas alturas la humanidad habría de permanecer en un silencio sepulcral y divino. □

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradecemos su participación, monsieur.