Hoy me encuentro, ¿cómo decirlo? Desenfocado. Es uno de esos días donde creo que he comido algo que no debía... ¿quizá demasiado azúcar? Podrían ser las escasas horas de sueño que Dios me ha permitido esta noche.
Días como estos son tristes porque, aunque hoy, pues soy joven, podría ser algo transitorio, pienso que, algún día, será el pan diario. En un par de décadas yo despertaré así todas las mañanas, afrontando mi vida con la pesadez de una armadura o, más bien, unas cadenas: las del deterioro físico y mental. Con las capacidades cognitivas mermadas, aunque quizá con el espíritu intacto, el mundo olvidará quién fui y, aun si no fui grande, seré más pequeño.
— Un estorbo, eso son los viejos — dicen a veces las gentes.
No se les puede quitar la razón. Los niños son un estorbo hoy y un recurso mañana; los viejos son estorbo hoy y luego, abono. ¿Por qué habría lugar para la piedad con un cuerpo tan frágil e inútil?
Cuando veo a un anciano que, pobre de él, está más en el Cielo que en la Tierra, siento una breve mas intensa rabia prendiendo en mi abdomen y pienso en si está haciéndolo a propósito, si es posible que alguien no pueda enderezarse a sí mismo como lo hace una criatura lozana: despejar su mente y aligerar su cuerpo así como nosotros los jóvenes nos sacamos las lagañas.
En días como estos, estoy triste porque entiendo que tal cosa es imposible. Hoy me pesa la cabeza y apenas puedo comunicarme. Suele ser un ardua tarea, sí, y ahora es una Odisea. Siento... como me entrego a la niebla, sí... al aturdimiento de mi mente, poco a poco y me pierdo... ¿es así como se siente envejecer?
Últimamente, al caer la noche, cierro los ojos y tengo la sensación de que alguien me observa. Cuando abro los ojos, era evidente, no hay nadie. Hay un pensamiento que, a modo de consuelo, llevo empleando los últimos años:
— Si he de morir, sería un placer que fuere a manos de puta magia Borras — me doy la vuelta y ahí, por norma general, concilio el sueño.
Hay un sueño recurrente donde un demonio hinca sus garras en los huecos de mis costillas. El dolor es tal que he llegado a sentir que moría. He de esforzarme mucho por despertar.
La última vez que me sucedió, el demonio tenía forma de bella mujer pecosa. En todo momento mantuvimos el contacto visual. Sentía que se me iba el alma por la boca, pero por algun motivo también había un gran placer en esa experiencia letal, por lo que le reté a intentarlo de nuevo, sabiendo que no me sería fácil zafarme. Cuando el dolor fue demasiado como para seguir tentando a la suerte, me desperté y volví a una soledad tanto o más dolorosa.
Crees que es una cuestión de ciclos esa pesadez? Igual es algo hormonal o sea al vivir ciertas experiencias que te crean ese desencadenante. Sería interesante que apuntases (y si quieres publicases) tus sueños o pensamientos en vigilia, yo lo hago y es divertido leerlo 😎
ResponderEliminarPD: era yo el que te miraba mientras dormías lol
Tengo la teoría de que me he quemado las glándulas suprarrenales a base de cafeína, lmao. Podrías proveerme de algunos de esos sueños tuyos para que te psicoanalizásemos aquí en el blog >:) huahua
Eliminar