El otro día estaba escuchando a dos señores hablando sobre la psicopatía y, como no, el filósofo tuvo que arquear una ceja. Una vez más, se demuestra que el mono repite por consenso y no piensa antes de hablar.
Se suele decir que el psicópata es una persona despiadada que ve a las personas como medios y no como fines... y la gente no para de repetir la misma bobada en bucle. Nunca he entendido esta afirmación y a medida que siga hablando veréis como vosotros tampoco. El punto viene siendo que los psicópatas no pueden crear conexiones genuinas con los demás, porque son fríos y calculadores, además de crueles y violentos.
No todos los psicópatas (por no decir todo el rato, individuo que puntúe alto en la escala de psicopatía) actúan igual porque, por supuesto, igual que con todo en esta vida, con el autismo y con la negrura, el humano va por grados. Con lo cual, una persona puede ser serena y altamente psicópata, así como un imbécil puede no tener remordimientos y querer pegarse con todo lo que se le cruza por delante.
Llevo toda la vida leyendo a presuntos diagnosticados psicópatas en Quora —que en principio fueron a ver a profesionales de la medicina solo porque se sentían ligeramente desplazados o tenían curiosidad porque al ser honestos la gente los trataba extraño—, que responden a las preguntas morbosas de los internautas. La pregunta por excelencia es:
— ¿Puede un psicópata amar?
La respuesta suele ser algo como:
— No, no entiendo a qué os referís siquiera.
¿Os recuerda a algo? Exacto, os debe recordar a una máquina. Resulta que si a un ser humano le quitas esa acérrima dependencia social se queda en esto: una persona que no comprende qué es esa bola romántica, porque es algo que no puede entenderse sin el largo recorrido biológico del ser humano. Es un impulso, una necesidad: ¡la esclavitud de la que el hombre no puede escapar porque es presa de Dios!
El psicópata «padece» un trastorno antisocial. Por eso, el psicópata es vulnerable al resto de flaquezas humanas, la única excepción son los asuntos sociales. La máquina no entiende de ningún asunto: el psicópata tan es incapaz de acceder a la feria del amor. ¿O no?
¿Qué es «amar»? Uno de estos hombres lo sé infiel y burlesco al respecto. ¿Es él un psicópata? ¿Podríamos decir, aún así, que sabe amar? No, la verdad es que no sabe Amar, pero sí puede sentir atracción y dependencia, y esta especie de amor vulgar —el más común de los amores— es la necesidad de socializar y el apego o cercanía a determinadas personas medianamente compatibles del sexo opuesto. La amistad es lo mismo pero con el mismo sexo.
Vaya, estoy seguro de que el psicópata puede hacer eso también. Piénsalo como ver una serie: una serie puede ser entretenida, ¿no? Estoy segura de que un psicópata puede reírse con una buena comedia. Esa buena comedia puede ser una persona. ¿Le importaría si se muriera? Sí, porque se quedaría sin ese entretenimiento. Si es una pareja, quizá se quede sin un buen compañero de cama. ¿Te suena esto? Es el mismo concepto de amor y amistad que tienes tú.
El problema es que el psicópata experimenta una suerte de lucidez de lo que hace en lo social y muchas personas actúan por impulso ciego, inconscientes de sus acciones. Viéndolo así, el psicópata simplemente no va en piloto automático cuando gestiona sus relaciones sociales. Empero, si tienes hambre, da igual si eres un adicto a la comida o no, notarás como tu cuerpo se va debilitando... eso es la pérdida de recursos por abnegación social. Esto de «no ir en piloto automático» tampoco significa que sea más inteligente que los demás, ni que pueda extraer más beneficio; sino que tiene una perspectiva distante que le proporciona herramientas diferentes. Al final, como con todo, hay una manera universal de hacer las cosas por algo. El psicópata «se integra y camufla» porque es la manera de hacer las cosas en sociedad. No, no es que se ponga modo camaleón para burlar a las personas, sino que cooperar en la mayoría de casos es lo más beneficioso para todos.
Pero, ¿acaso solo el psicópata falla y es de temer? Cuando una persona es infiel a su pareja, la única diferencia entre el psicópata y la persona estándar es la cantidad de lágrimas que se derramarán en ese hogar, pero la falta sigue siendo la misma.
«Al psicópata la moralidad es un asunto que no podría importarle menos, porque precisamente una de sus definiciones es la de la persona que está fuera de la comunidad moral. La moral de su grupo no repercute en sus acciones: no necesita cumplir con un rol solo porque es lo que se espera de él», visto en Asesinos múltiples de Vicente Garrido.
A menudo se le da demasiada importancia al dolor en el corazón del traidor... no hay razón para apiadarse de alguien por sus lágrimas: la demostración de arrepentimiento es una adaptación evolutiva para quedarse en la tribu, para convencer al resto de que no lo volverás a hacer. Demuestras dolor y los demás te perdonan. Eso es absurdo. La mayoría de monos cometerán la misma falta una y otra vez pese a que derramen lágrimas porque están programados para faltar de vez en cuando, que supone más beneficio que comportarse rectamente siempre. Se agobian, se estresan, dicen que «han cambiado», se convencen ellos. El psicópata solamente dirá:
— Quise hacerlo y lo hice. Una lástima que se haya destapado todo.
Al momento de juzgar, los monos dirán que la primera persona [la que llora] ha cometido un pobre error, que todos somos humanos; sin embargo, el psicópata los aterrará. Amigo, han cometido el mismo error, ¿pueden unas lágrimas de cocodrilo hacer tanta diferencia? Sí: porque si hay dolor hay más posibilidades de que te delates tú mismo. ¿Cuántas veces la conciencia os ha hecho confesar alguna fechoría? Os sentís mejor con vosotros mismos después de decirlo y los demás agradecen vuestras lágrimas porque saben que si has sufrido hoy, sufrirás mañana: y si vuelves a cagarla lo sabrán, porque no tienes la capacidad de callar.
Las lágrimas sirven para eso, para hacerte parecer vulnerable. Yo he sido vulnerable muchas veces, a menudo por creer que mis actos no me iban a permitir acceder a la realidad deseada. Con el tiempo, me he dado cuenta de que no vale la pena llorar y que mis actos solo son un reflejo de lo que he dictaminado lógicamente. El error, más que el acto supuestamente maligno, es arrepentirme de él. Cuando hago algo es porque sé perfectamente que no estoy perdiendo gran cosa. A veces mi cerebro de mono me hace pensar que necesito algo que... para nada, pero he aprendido a domarlo y a ser... lo diré: mi propio jefe.
Muchas personas son infieles porque ponen a otra persona por encima de sus maridos y esposas, porque se enamoran perdidamente. ¿Acaso no eres dueño de tus actos? Son víctimas, pareciera, de algo superior, de algo más allá... sí, de sus orígenes. ¿Tienes raciocinio? Si lo tuvieran, no llorarían. ¿Estamos tontos?
No es persona de bien sino el gran sabio, y un psicópata es más moral que el mono estándar porque como mínimo no se victimiza en su monólogo interior... a veces, ni en el exterior. No los defiendo como una raza a parte, ni como seres superiores, porque no lo son, pero esta vez han ganado la partida.
«No pueden amar», «no pueden amar», «no pueden amar»... ¡pero bueno! ¿Qué sabréis vosotros de amar? ¿Qué sabreís del honor? ¿Sois acaso vosotros los amantes ideales? Perdona pero creo que ni siquiera puedes controlar lo que bebes y comes, amigo, no te vengas tan arriba.
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