El otro día estaba esperando el tren a Barcelona y vi a esta chica. Era absolutamente perfecta de la cabeza a los pies, según podía verse, con el pelo de caramelo y los ojos negros. Era la feminidad en estado puro.
Sabía su nombre porque la tuve presente desde el día en que la vi por primera vez [tan solo tengo buena memoria y no olvido ninguna cara, pero no me corten el rollo...]. Se llamaba igual que una de mis tristes antiguamente mejores amigas, pero no nos conocíamos las voces ni por un saludo.
Me quedé con ganas de mirarla un poco más. Estaba ahí, justo ahí, pero por convenciones sociales no puedo acercarme a nadie con intenciones de analizar su cara y su historia [«Hola, buenas, ¿estoy haciendo unas encuestas a gente guapa?»]. No soy ningún envidioso, tampoco me sentía atraído; era, lo que soy, un curioso.
Iba vestida como a mi me gusta y pensé, relacionándome con el autor de novela romántica:
» Es la mujer más hermosa que he visto en mi vida [¡la mujer por definición!], pero, si fuere un hombre enamorado, esto no tendría ningún valor para mí de no encontrarme en uno de estos casos: en el primero, es la chica más dulce y maravillosa, y cumple todas mis fantasías, a todos los niveles, y nos casamos; en el segundo, es la mujer que me destroza y provoca mi suicidio, por motivos totalmente ajenos a su belleza.
En caso de ser mediocre más allá de su carne, no tendría absolutamente ningún problema en enterrarla lejos... así como sucede cuando adquieres un abrigo que has deseado por mucho tiempo y hace bolas al segundo uso, o cuando te haces con unos hermosos zapatos imposibles de combinar. Para quienes tenemos visión pragmática y no romántica y estúpida, el valor de las cosas reside en cuanto nos pueden dar, no en cuanto podemos darles, en una admiración retorcida que termina por consumir nuestra dignidad.
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¿No se siente irónico? Una persona atractiva posee facciones, por separado, promedio; sin embargo, el hecho de que aúne tanta armonía, simetría y características tan normales en todos sus elementos lo hace destacar. En resumen: una persona bella posee facciones promedio, pero no es promedio poseer una gran cantidad de facciones promedio.
Hace muchos años conocí a dos mujeres. Ambas eran mujeres bellísimas y delgadas. Si hubiere tenido que dar mi opinión, me hubiera decantado por la de los rizos de oro, pero la mayoría prefería a la otra. Rizos de oro poseía una piel de charol y su estructura era robusta pero delicada y esbelta y tenía la nariz finísima y una frente prominente, sí, pero que encajaba a la perfección con sus pómulos y su mentón también destacables. Era, ni más ni menos: una suerte. No hay ningún plan para la belleza, simplemente da la sensación de que la persona está bien porque no hay nada "fuera de lugar". Por eso me sorprende tanto como el caer de la nieve: elevo las cejas, contemplo el panorama, entiendo de donde viene la causa y me giro para seguir con mis propios asuntos, mucho más interesantes que los eventos fortuitos [por supuesto, esto son eventos fortuitos que me conciernen].
La persona promedio no tiene ningún problema, pero el cerebro humano está hecho para poner pegas. Como vimos en "Sobre la piel blanca", el cerebro tiende a ver problemas donde no los hay porque, hey, ¿y si los hay? Uno no sabe si esos ojos con inclinación cantal negativa son producto de una infinita tristeza y cansancio o simplemente una característica aleatoria que no afecta en nada a la salud del individuo. Sin embargo, son los ojos rasgados hacia arriba los que priman en el gusto popular; y, os lo digo ya, es únicamente por la sensación de tirantez y el efecto que producen en los pómulos. Recordemos que, de por si, ninguna cosa es bella, requiere de un contexto [es el contexto lo que hace algo bello, así como lo es la muerte de un hombre para el que desea venganza].
Aún no he dicho por qué preferían a esta otra muchacha frente a rizos de oro, aunque creo que ya se me va viendo el plumero. Sencillamente, el rostro de la otra era mucho más promedio, más estándar. No tenía nada de destacable. Su piel pálida y mate le ganó a la piel de charol, su pelo lacio y oscuro ganó a rizos de oro, su nariz estándar femenina ganó a una nariz delgada y perfectamente definida y su frente poco prominente ganó al hueso que duraría toda la eternidad. La normalidad ganó el juego.
Fue una experiencia porque yo nunca hube notado nada en esta chica, sin embargo se ve que todos y todas querían pintarla en un mural. Yo no hubiere dado un penique por el rostro más normal que vi en mi vida, busto del cuerpo más normal que vi en mi vida, ¡y encima con esa actitud tan pobre y esa mentalidad tan escueta!
Sin duda, el ser humano es aburrido y patético.
Tuve que buscar el significado de "cantal" (canto de piedra).
ResponderEliminarLo escribo para no olvidarlo.😁
La belleza, por sí sola, no conmueve más que a espíritus anodinos.
Lo verdaderamente interesante, y a veces misterioso, es el fenómeno de la atracción.
En este contexto, "inclinación cantal" hace referencia a la posición de la esquina de los ojos respecto al lagrimal. El cantal negativo refiérese a ojos caídos, el neutral a ojos almendrados con misma altura de principio a final y el positivo tiene el extremo hacia arriba. Sobre la atracción, tienes toda la razón, mas quien se conoce a sí mismo sabe por qué le mueven las cosas que le mueven!
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