Recibir lo que se merece

Hasta un niño de 10 años como el que yo era podía verlo claro: los negros están igual de podridos que los blancos y no es sorpresa que se dejasen someter antaño. Esto sucede con todos los colectivos desprestigiados, pero es el ejemplo de hoy. 

Mis padres se encargaron de hacerme consumir docenas de películas sobre la superación del racismo, por algún motivo. En esa época las muchachas de clase ya escuchaban Pink Floyd y les gustaba reivindicar su amor por los negros. La práctica por excelencia era debatir con los tontitos de clase sobre si nigga era una palabra malvada per se o si era el contexto, el tono... pobrecitas. No faltaba yo metiéndome de manera sutil para colocar lo evidente: 

— Buenos días, señora de buen ver y poco pensar, ¿no será que la palabra nigga es como el hermano español? Las palabras tienen el significado del que tu les dotes. [Sigo a continuación]

Entre niggas se llaman niggas, como entre mujeres se llaman zorras [¿entre zorras se llaman zorras?] y entre hombres se llaman maricones [¿entre maricones se llaman maricones? OJO que ambos son conductas, no condiciones]; y todos se llaman hijos de la gran beeeeeeeeeeep. 

En mi concepción del mundo moderno, ¡el racismo ya fue! No hay esclavitud y hay igualdad de derechos. Queda solo la visión de cristianos ancianos, que pronto morirán... y bueno, discriminación siempre habrá, por la cualidad que sea. Feos, gordos, tontos, Downs, chinos, ¡lo que quieras!  

— Tíldame de loco, pero si quitásemos la singular acepción de zorra del diccionario no cambiaríamos absolutamente nada. Siempre encontramos una palabra para decir lo que se quiere decir, en español, en griego o en latín — rio —. Quizá si dejas de darle al tarro con lo de los negros y analizas los motivos detrás de la discriminación que ejerce el hombre sobre el hombre, dejarás de sonarle ridícula a los otros. Las palabras solo son palabras... preocupate por concienciar a tu entorno; no sobre las palabras, sino sobre su pensamiento, que es el que le da vida a éstas. 

— Es el argumento más coherente que me ha dado la parte contraria. 

— De nada, my nigga, my G, my My. 

¡Que nadie diga nigga! Pero, ¿por qué? ¿Acaso los niggas no dicen zorra? ¿Acaso las zorras no dicen mariquita? ¿Qué tendrá de malo? ¿Qué será lo que tiene el negro? ¿Qué tendrá de malo que le haya dicho que no al negro y se piense que es por su color de piel y no por la asociación inteligente que hago entre su chándal y su hipotética manera de ser? 

[Me irritaban las películas] porque veía a ese negro cubierto de roña mirar mal al blanco, después de pegarle una paliza a su mujer, después de negarle sus derechos como ser humano. Os diré algo: cuando tu comunidad [de negros, en este caso] ejerce discriminación irracional hacia otro individuo [gays, mujeres], resulta que la falta de cohesión admite discriminación por parte de un grupo externo [blancos]. ¿Por qué? Como acabo de decir, cuando permites discordia, discordia tendrás. 

Un homosexual blanco que deshumanice a un negro, ¿qué espera de su comunidad homofóbica? Precisamente por eso, las personas fuera de la norma [transexuales, homosexuales, razas exóticas] tienden a empatizar con las minorías circundantes. Los ves ahí, en Arco del Triunfo, fumando porros juntos, bebiendo y perdiendo su juventud inútilmente. La paz mundial se respira. Se muestran solidarios por las causas sociales, porque no quieren sentir más dolor. No quieren sentirse distintos. 

Agradece tus diferencias. A no ser que sean problemas de salud, entonces sí que tienes algo que exigirle a la comunidad. Tu mundo son las elecciones que haces sobre tu entorno social inmediato

¡Hasta la próxima!

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