Cuando leo Nietzsche inevitablemente pienso en Yukio Mishima. Este japonés vio a sus congéneres y renegó de la sombra que los caracteriza. Dejó de lado la tez fantasmagórica y la flacidez corporal, exponiéndose a la luz y fortaleciendo sus músculos. Era El sol y el acero, obra que recomiendo seguir de Elogio de la sombra, escrito por Tanizaki. Podría ser su antítesis, sí, pero también ha de ser su complemento perfecto.
Mishima hablaba de acción, de fuerza. Tanizaki hablaba de la belleza poética que reside en ese refugio oscuro. Se hubieran entendido. Mishima habla de un poema suyo de joven y asegura haber amado ese foso, pero tuvo que amar el Sol cuando lo vio. Tanizaki dice que, evidentemente, cualquier hombre prefiere la luz por naturaleza; sin embargo, el japonés hizo de la necesidad una virtud y abrazó las sombras, otorgándoles un carácter divino, envolviéndose, ¡no! ¡Sometiéndose a ellas!
Encuentro ambas opciones exquisitas, pero he de cambiar de paladar obligatoriamente. Mishima es duro, se siente como un ataque a las murallas que el hombre débil levanta para protegerse. Tanizaki asegura que el Hombre puede, como he dicho, modificar su paladar, entrenarlo, para gozar de lo antinatural, de la poesía de la apariencia. Mishima, de nuevo, requiere de movimiento, de realidad patente, ¡Tanizaki de espejismos e imaginación! ¿Y no es esto segundo lo que hace al hombre un Hombre? Supongo que la clave está en entregarse a ambos mundos... sin pertenecer a ninguno.
Es así: admiramos múltiples cualidades, ¿pero acaso no admiramos más a aquel en quien se concentran múltiples? En la bestia admiramos inteligencia, persuasión, coraje, prudencia, belleza —más importante: ¡gracia!—, fuerza bruta, velocidad, poder... una bestia con inteligencia pero sin fuerza, como un residente de las sombras de Tanizaki, podrá competir con una bestia descerebrada pero bruta. Pero ninguna de esas bestias podrá competir jamás con la que es grande y, además, ve en grande.
Sé que Mishima seguía amando su «abrigado foso» mientras entrenaba bajo la nutritiva y ardiente luz del Sol y, además, sé que irremediablemente había foso en sus diáfanos músculos también: ligeros y pesados al mismo tiempo.
Nietzche en El nacimiento de la tragedia, vuelve a mencionar la astucia. ¿Qué es esa virtud japonesa nacida de la necesidad sino una colosal astucia?
La inteligencia —dicho de forma muy general, puesto que engloba cualidades variadas, como la empatía, la seducción, el cálculo o la templanza— es solo una herramienta. El músculo nació para que las máquinas de supervivencia pudieran desplazarse. Pero no tenían ideador: sencillamente sobrevivieron los genes que podían desplazarse, luchar contra las máquinas de otros genes, etcétera... así surgió el Animal. Otros genes han sobrevivido por mutaciones opuestas al músculo. Oh, bueno, y el desplazamiento, ¡qué diferente en sí, de criatura a criatura! La buena vista, la voz —el balido y el piar— y el músculo son solo casualidades que han tenido éxito en el mundo.
Para evadir la muerte, hemos sido dotados de músculo en cierto grado. Otras criaturas, han sido dotadas de músculo y plumas, ¡otras de escamas! Y hay severas combinaciones. La cuestión es que si estás ahí, no ha sido un impedimento tu constitución —la constitución de tus ancestros, si quieres ser preciso—, para pasar a la siguiente generación.
Hay generaciones que mueren prematuras. Eso es porque nunca fue un impedimento para la concepción. Muchos tienen patologías que surgen mucho después de la madurez sexual. Por eso se traspasan a la siguiente generación.
No se trata de ser el mejor: se trata de poder pasar a la siguiente generación. El grado de éxito no es lo crucial: es la mínima posibilidad, que se materializa, lo que cuenta. Como un trabajador que hace el mínimo, pero que permanece, sempiterno, en la empresa.
¿Qué diferencia a la astucia del músculo?
Nietzsche repite constantemente en sus obras que la vida se ha de aceptar tal y como es y que no nos atrevamos a blasfemar contra la Virtud solo por nuestras carencias. Oh, pero, ¡hombre! No se trata solo de blasfemar... el astuto —que sería, a su manera, una forma de inteligencia (una adaptación, ¡precisamente! Como todo lo que nos hace— se aferra a la vida por ello.
Y quien pueda prescindir de ello, prescindirá.
Pero realmente no es la acción más que otro tipo de astucia. Una que no requiere de quimeras y que es más transparente. No deja de ser una astucia, un control de los medios dados.
Se lee en las primeras páginas de la obra mencionada, que: «¿tuvieron precisamente ellos [los griegos] necesidad de la tragedia?», es decir, de no aceptar las cosas dadas, «es el pesimismo necesariamente el signo del declive, de los instintos fatigados y debilitados? ¿Existe una predilección intelectual por lo duro, espantoso, malvado, problemático de la existencia fruto de la sobreplenitud?».
Entendamos que cuando las cosas se estabilizan, es necesario volver a ponerlas en movimiento. Entendamos que no hay tal cosa como una Paz Absoluta. Entendamos que Nietzsche habló así por su posición relativa, así como yo hablo como hablo porque da la casualidad que los estímulos, las circunstancias, me han encasillado aquí. Somos una reacción, quiera Nietzsche o no. Somos una acción espontánea que ha persistido... quiera admitirlo yo o no.
Siempre seremos reacción. Aquel parece que no, porque, ¿qué hay más honesto que los músculos? No incomodan porque puedes verlos, tocarlos. La fuerza es honesta. La debilidad, de un lado o de otro, la flaqueza que se suple con una fuerza impredecible; un día apareció y triunfó, así es como la astucia lo hizo. Si no hubiere sido así, no hubiera tanto astuto.
Lo único reprochable aquí es negar la Verdad. Y, ¿es reprochable cuando se hace fuera? ¿No es más lógico que sea reprochable solo cuando se hace con uno mismo?
Todo atributo humano es solo un triunfo casual, una casualidad de la existencia. Por lo tanto, sí, yo sé que Nietzsche tenía muy claro que no se ha de tachar nada de malo o bueno, porque eso es una vulgaridad de las gentes... pero tengo la necesidad de recalcar algunas cosas.
¿Qué dice que no es el músculo una reacción ante la inteligencia? Es lo abstracto y sumamente complejo del proceso mental, por supuesto. Es que el movimiento, el desplazamiento, lo que salta a la vista, es simple... y, es lógico que a lo complejo lo preceda lo simple. Sin embargo, lo simple no es siempre lo más bello, sino lo más predecible...
Uhm... ¿es la astucia algo tan deplorable? Siento que son las palabras de alguien que teme que la astucia ajena sea más astuta. Construye ambas fortalezas, úsalas para reavivar y para matar, pero cumple siempre con tus objetivos primordiales — me digo, lo que haga ud. me trae sin cuidado.
Hemos aunado tres libros —cuatro, si contamos con La genealogía de la moral—, coincidido con ellos y formado así una perspectiva bellísima.
No me he sentido cómodo con ninguna de las lecturas. Todas me han lacerado el alma, pero de las cicatrices nacidas ha quedado una superficie nueva que puede entender un poco mejor lo oscuro y lo luminoso.
Si el lector ha notado dificultad para ver el punto de esto, la conclusión... que no tema. Es que la conclusión aquí está por forjar. La conclusión será la acción que se tome, la forma que adopte nuestra alma posteriormente a beber de estas aguas.
¿No se siente uno ligero, como nunca antes, después de vomitar?
[22.7.2022] Si necesitamos la acción es porque sino, otra cosa sería la acción primaria. Reacción y acción ahora se confunden... y solo queda lo estable, que en su dinamismo es quieto, es inmutable al cien por cien.
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