¿Café o cocaína?

Basta una taza de café solo largo para ponerme como una moto. Tiene el mismo efecto que un chupito de licor y es idéntico a los primeros cinco segundos de subidón del éxtasis. La cafeína es una droga potente, digan lo que digan, sobre todo si eres vulnerable a las substancias en general. 

Se me revuelven los intestinos y me late el corazón con tanta fuerza que mis costillas vibran. Las manos hacen lo que quieren y los ojos miran a todos lados como los de una araña nerviosa. Es una taza de café buena, sí... ¿tomarías otra por mí, muchacha?

— No, querida, ¿por qué no piensas nunca en mí? 

— Hay muchas maneras de pensar en ti, cielo. 

Mis problemas con la droga son peores cuando estoy en alza que cuando estoy a la baja. Olvido que las cosas tienen consecuencias y que la prudencia es primordial cuando se trata de mí, un rácano simio impulsivo.

— Ahora sí... ¡ahora no! 

— No me vengas a joder, ¡hemos venido hasta aquí porque tú lo has pedido! 

— ¡Ya no quiero! 

— Vas a hacerlo.

— ¡Gracias por obligarme! Eso está genial. 

Solía beber alcohol cuando irritado. Pero esos tiempos cesaron.

«I drink on a daily basis [bebo diariamente]
Though it subtle cools my temper  [y aunque sutilmente me templa]
It never cools my temper» [nunca me templa].

Fue ahí cuando la Felicidad se hizo cargo de los malos hábitos. ¿Por qué no puedo admitir que necesito que me traten con la regla de madera? Al estilo tradicional. No puedo porque no se me permite, pero yo lo hago a como de lugar. Si tú te lo crees, yo también me lo creo, ¡por favor, hazme creer en ti! ¡Haz que te respete! 

Recuerdo haber suplicado eso en alguna que otra ocasión. Sin embargo, requiero de una mezcla de proporciones exactas que no se suele servir. Es lo estricto mezclado con la compasión. ¡Quiero una chispa! Luego, mejor que beba otra taza de café. 

— Vamos a ponernos locos. Me gusta cuando la gente se suelta, se pierde... por eso adoro beber — decía —. Tantos modales... ¡lo que quiero es leeros la mente! Os voy a aprender como un vidente.

Pero en la calma también hay salvajismo y el movimiento excesivo es agotador rápidamente. Dios nos ha dado muchos sentidos y muchas maneras de aprovecharnos de ello. Tienen su propósito y se les da un uso codicioso. 

Las drogas están para eso: para sentir, para cambiar.... son como un maquillaje, son como un disfraz. Son como potenciar un sabor, para bien o para mal. La salsa que le puse a mi arroz era dulce y tras un par de bocados, era demasiado dulce. Lo comí a desgana. 

— ¿No nos podemos poner locos sin más? 

— ¿Es una locura real? Pocas veces bebiendo la gente se desinhibe por completo. A veces, solo se pierde el conocimiento, pero uno no llega a ser uno mismo... si es que se puede considerar esa sensación una libertad real. ¿Acaso no será que somos esclavos, pero esclavos distintos

El que ama ser él mismo, amará, fiel, la soledad.

— Probablemente. 

Dejé de beber porque sabía que no lo necesitaba para joder. Si es mi especialidad, ¡venga!, si me mantengo sobrio podré joder más tiempo. Esto tiene muchos sentidos. Para joder solo has de estar relajado. Los mejores momentos son con la calma del sol en la piel y el aroma del césped. 

Solo un habitante de la ciudad de aluminio, ¡encima soltero!, necesita adulterar la vida con substancias ilícitas. 

Conozco las ventajas de una calma absoluta. Por eso reniego de la música. Por eso, ¡por eso mismo! La melodía interior no debe ser alterada. 

— Pero, ah... ¿entonces por qué no puedes parar cuando empiezas? 

— Porque te confundes... 

— ¿Es así de sencillo? Que muermo. Ahora dime, ¿por qué empiezas siquiera? 

— Porque a veces uno teme equivocarse con la vida. Uno teme descubrir que la melodía interior no es tan placentera... oh, si de detiene la juerga, ¿qué será de mí? 

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