El arte de amar

Solo él, quien conoce la raíz del todo, puede hallar la raíz de su amor y defenderla con obstinación por la eternidad. Pero la insistencia no es suficiente: se requiere de dignidad en grado sumo para poder complacer al ideal de Amor. 

A menudo se cree que un sentimiento arrebatador puede llegar a los talones del Amor. Nada de eso. El sentimiento ha de ser combinado con un férreo intelecto, capaz de cuestionar y reconducirse a este ideal, sin profanar su pureza. Y la pureza se adquiere. 

Ejercer el Amor es un arte. Como en todas las «artes», se requiere honestidad, entrega... determinación, implicación... pero también un talento innato. Muchos dirían que son capaces de amar, o que «tienen mucho amor que dar». Si les preguntas por otras artes, como la del dibujo, inmediatamente negarán con brazos, cabeza, manos, pies y dirán: 

 Que va, no puedo hacer un solo dibujo bien — continuo movimiento de brazos —. Carezco de talento y conocimiento de técnica.

¿Por qué creemos que somos tan buenos amando si luego no hemos podido dignificarnos y dignificar a otro ser? Quiero decir, creéis. ¡Y de golpe es inquisitivo! 

Aunque sea un talento innato, el artista conoce la técnica. La técnica está presente, haya o no haya formación previa. 

Nadie puede amar sin primero conocerse a sí y, seguido, al Hombre. ¿Hablo de alguna introspección espiritual? Estamos acostumbrados a esos desperdicios. Hablo de racionalizar los comportamientos, de detectar las variables, de ser capaz de incluso predecirte a ti mismo, de separarte, como si salieras tú, tu alma*, del cuerpo, y te mirases, te estudiases como lo hace un herpetólogo con un reptil. 

¿Café o cocaína?

Basta una taza de café solo largo para ponerme como una moto. Tiene el mismo efecto que un chupito de licor y es idéntico a los primeros cinco segundos de subidón del éxtasis. La cafeína es una droga potente, digan lo que digan, sobre todo si eres vulnerable a las substancias en general. 

Se me revuelven los intestinos y me late el corazón con tanta fuerza que mis costillas vibran. Las manos hacen lo que quieren y los ojos miran a todos lados como los de una araña nerviosa. Es una taza de café buena, sí... ¿tomarías otra por mí, muchacha?

— No, querida, ¿por qué no piensas nunca en mí? 

— Hay muchas maneras de pensar en ti, cielo. 

Mis problemas con la droga son peores cuando estoy en alza que cuando estoy a la baja. Olvido que las cosas tienen consecuencias y que la prudencia es primordial cuando se trata de mí, un rácano simio impulsivo.

— Ahora sí... ¡ahora no! 

— No me vengas a joder, ¡hemos venido hasta aquí porque tú lo has pedido! 

— ¡Ya no quiero! 

— Vas a hacerlo.

— ¡Gracias por obligarme! Eso está genial. 

Solía beber alcohol cuando irritado. Pero esos tiempos cesaron.

«I drink on a daily basis [bebo diariamente]
Though it subtle cools my temper  [y aunque sutilmente me templa]
It never cools my temper» [nunca me templa].

Fue ahí cuando la Felicidad se hizo cargo de los malos hábitos. ¿Por qué no puedo admitir que necesito que me traten con la regla de madera? Al estilo tradicional. No puedo porque no se me permite, pero yo lo hago a como de lugar. Si tú te lo crees, yo también me lo creo, ¡por favor, hazme creer en ti! ¡Haz que te respete! 

Recuerdo haber suplicado eso en alguna que otra ocasión. Sin embargo, requiero de una mezcla de proporciones exactas que no se suele servir. Es lo estricto mezclado con la compasión. ¡Quiero una chispa! Luego, mejor que beba otra taza de café. 

¿Es la inteligencia una astucia contra el músculo?

Cuando leo Nietzsche inevitablemente pienso en Yukio Mishima. Este japonés vio a sus congéneres y renegó de la sombra que los caracteriza. Dejó de lado la tez fantasmagórica y la flacidez corporal, exponiéndose a la luz y fortaleciendo sus músculos. Era El sol y el acero, obra que recomiendo seguir de Elogio de la sombra, escrito por Tanizaki. Podría ser su antítesis, sí, pero también ha de ser su complemento perfecto. 

Mishima hablaba de acción, de fuerza. Tanizaki hablaba de la belleza poética que reside en ese refugio oscuro. Se hubieran entendido. Mishima habla de un poema suyo de joven y asegura haber amado ese foso, pero tuvo que amar el Sol cuando lo vio. Tanizaki dice que, evidentemente, cualquier hombre prefiere la luz por naturaleza; sin embargo, el japonés hizo de la necesidad una virtud y abrazó las sombras, otorgándoles un carácter divino, envolviéndose, ¡no! ¡Sometiéndose a ellas!

Encuentro ambas opciones exquisitas, pero he de cambiar de paladar obligatoriamente. Mishima es duro, se siente como un ataque a las murallas que el hombre débil levanta para protegerse. Tanizaki asegura que el Hombre puede, como he dicho, modificar su paladar, entrenarlo, para gozar de lo antinatural, de la poesía de la apariencia. Mishima, de nuevo, requiere de movimiento, de realidad patente, ¡Tanizaki de espejismos e imaginación! ¿Y no es esto segundo lo que hace al hombre un Hombre? Supongo que la clave está en entregarse a ambos mundos... sin pertenecer a ninguno. 

Es así: admiramos múltiples cualidades, ¿pero acaso no admiramos más a aquel en quien se concentran múltiples? En la bestia admiramos inteligencia, persuasión, coraje, prudencia, belleza —más importante: ¡gracia!—, fuerza bruta, velocidad, poder... una bestia con inteligencia pero sin fuerza, como un residente de las sombras de Tanizaki, podrá competir con una bestia descerebrada pero bruta. Pero ninguna de esas bestias podrá competir jamás con la que es grande y, además, ve en grande. 

Sé que Mishima seguía amando su «abrigado foso» mientras entrenaba bajo la nutritiva y ardiente luz del Sol y, además, sé que irremediablemente había foso en sus diáfanos músculos también: ligeros y pesados al mismo tiempo. 

Nietzche en El nacimiento de la tragedia, vuelve a mencionar la astucia. ¿Qué es esa virtud japonesa nacida de la necesidad sino una colosal astucia

La inteligencia —dicho de forma muy general, puesto que engloba cualidades variadas, como la empatía, la seducción, el cálculo o la templanza— es solo una herramienta. El músculo nació para que las máquinas de supervivencia pudieran desplazarse. Pero no tenían ideador: sencillamente sobrevivieron los genes que podían desplazarse, luchar contra las máquinas de otros genes, etcétera... así surgió el Animal. Otros genes han sobrevivido por mutaciones opuestas al músculo. Oh, bueno, y el desplazamiento, ¡qué diferente en sí, de criatura a criatura! La buena vista, la voz —el balido y el piar— y el músculo son solo casualidades que han tenido éxito en el mundo. 

Para evadir la muerte, hemos sido dotados de músculo en cierto grado. Otras criaturas, han sido dotadas de músculo y plumas, ¡otras de escamas! Y hay severas combinaciones. La cuestión es que si estás ahí, no ha sido un impedimento tu constitución —la constitución de tus ancestros, si quieres ser preciso—, para pasar a la siguiente generación.

Hay generaciones que mueren prematuras. Eso es porque nunca fue un impedimento para la concepción. Muchos tienen patologías que surgen mucho después de la madurez sexual. Por eso se traspasan a la siguiente generación. 

No se trata de ser el mejor: se trata de poder pasar a la siguiente generación. El grado de éxito no es lo crucial: es la mínima posibilidad, que se materializa, lo que cuenta. Como un trabajador que hace el mínimo, pero que permanece, sempiterno, en la empresa. 

¿Qué diferencia a la astucia del músculo? 

Esclavos del conocimiento

¡Cuántas veces habremos arruinado las cosas por pretenciosos! Personalmente, es un hábito. No estoy segura de hasta que punto soy un loco, pero me enerva que hasta un reloj estropeado de la hora correcta una o dos veces al día.   

Caminaba con mi mujer de la mano y vimos una buena falda. Debajo, nada del otro mundo, o no lo sabíamos, pero era un conjunto clásico y efectivo. Miramos, claro, y entonces mi mujer me vio y me halagó. ¿No sería lo más lógico que viéndome con tan buen gusto, se percatara de su error al tener palabras en la boca sobre otro atuendo? Creo que no estoy siendo claro. Lo que sucedió fue que no podía ella permitirse el tremendo error de pensar así sin dejarme claro que mi halago debía ir primero. Y eso lo supe con solo percibir su sutil movimiento ocular. Y digo que lo supe y no que lo elucubré, ¡porque estoy convencido a día de hoy! 

No hay casualidades. Hay detonantes y resultados. 

Bien, a mi me parece estupenda la consideración, pero no lo que la impulsó. Por mi se puede ir al carajo.

Claro, claro, podría equivocarme. ¡Podría estar en un tremendo error garrafal! Pero como estoy convencido no voy a retirar mi mandada al carajo, con lo que conlleve. Puede venir Dios, que seguiré seguro, por mucho que la duda permanezca, latiendo, perenne, en algún recóndito lugar de mi mente.

Y es lo que sucede con absolutamente todo. El filósofo a menudo cree que se las sabe todas, que nada se le escapa: y para lo que sabe fuera de su alcance, tiene mil hipótesis. A esas suposiciones no pretende ceder, mas su ego es fortísimo. Lo arrastra como arenas movedizas. Y se halla, de pronto, inmerso en unas tinieblas de las cuales se niega a liberarse porque supondría algo peor: la inexorable incertidumbre. 

El hombre corriente también cede a la vanidad de sus cálculos, pero dudo que La Duda sea tan presente. Su ego es de otra índole. No es un ego, no es un Él, es otra cosa... 

Volviendo a lo que nos ocupa... es una de las tareas más arduas el mantener la mente abierta mientras se es crítico y se acumulan conocimientos. Es fácil leer y dejarte influenciar por ideas de tal o cual, por las características del promedio y lo impersonal, en el sentido de que a menudo las teorías carecen de matices que suponen una diferencia radical, y así abarcan, engloban, al máximo. 

Me explico: en mi entrada sobre La lucha de sexos trato de dilucidar las razones detrás de los comportamientos promedio de los sexos, de cuál es el origen remoto. El objetivo no es dar por sentado que todo es X o Z, sino aumentar la cantidad de ideas que pueden barajarse y combinarse. Es una herramienta, no una lente categórica. Para conocer y conocerse. Para dominarse, para no caer en astucias y en lo irracional. 

Sin embargo, ¿cuántas veces he refunfuñado convencido de que tenía la Lente de Dios, el Ojo Divino y que nada podía escapársele a mi teoría? Incluí también mi propia debilidad en la fórmula, convenciéndome aún más de que si yo soy un zorro, los demás, que no saben lo que yo, deben ser zorro y medio, mínimo, ¡o triple zorro! 

Te obcecas en que dominas el mundo, pero solo te ocupas de las posibilidades que puedas plantearte, porque lo demás, por definición, no lo tratas. 

Sí, y es uno de mis grandes errores, aunque me haya acarreado a su vez grandes aciertos. A veces las cosas son blancas, otras veces son negras. A veces eres daltónico y otras veces aciertas de pleno y, ¡dale! No somos Dios. Ignoramos cosas y solo estamos en lo correcto (y no tiene porque ser totalmente...) por suerte, por alineación de los astros. 

Hay Verdades Absolutas, hay una Realidad, hay un Por qué para todo, pero ningún hombre llegará a eso nunca. Solo podemos aproximarnos con la mayor de las fuerzas de voluntad.

Muchas gracias. 

Suicidio estival arruinado

¡Que no cunda el pánico! Dominé los nervios llevándome a dormir con las pulgas. Hube hecho eso toda mi vida... de formas metafóricas y literales. Todo parece decente después de una mala noche precedida de una mala ducha en un lugar de, no mala muerte, pero no bendita suerte. 

Sin embargo, en mis anotaciones se halla: 

"Algo extraño sucedió ayer. Estaba empastillado hasta las trancas. Estaba seguro de que había ingerido suficiente como para morir. Siempre se lleva sorpresas desagradables uno… pude volver a casa con mis propias piernas. Era el peor de los escenarios. Fue divertido caminar entre fantasmas, ¡que podía ver con mis ojos! Claros como mis manos, rodeándome, y me miraban, ¡carcajeándose! Yo, con algo de miedo, les sonreía de vuelta. Vi a una bella fantasma, con todo el encanto japonés tradicional, en la copa del árbol, fusionada con él, pero tapada de él, y, oh… a la mañana siguiente, como era de esperar, vomité. Las pastillas se habían hinchado y enrojecido. Las toqué. Estaban pastosas. Me pregunté si había bebido algo rojo antes o si era sangre, el líquido en el que se mecían. Cuadraba más lo segundo. No era la primera vez que vomitaba sangre tras abusar de una substancia. Entonces sucedió otra cosa extraña: el arrepentimiento. Oh, no, no… mierda… ¿una úlcera? ¿A eso me he condenado? Válgame, con esta edad… ¿para qué me habrá querido Dios presenciando el nuevo alba? Sabe bien que no me hubiere prestado jamás para la vida y me ha arrastrado a ella de nuevo. Como si germinado de un útero otra vez, me pretende aprestar a la labor, ¡ja! Es más necio que yo si piensa que no he terminado conmigo. Hoy volveré a hacerlo y mejor".  

Oh... oh... 

Por qué no tengo amigos

Era un jodido cabrón. Una mala persona, siendo injustos y sin compararlo con otra cosa que no fuera la idea perfecta que tengo del Hombre. 

Trago amargo fue volver al lugar de donde nacieron algunos de mis más sucios escritos. No por sexual, sino por lo bizarro de mi vanidad al chocar con la existencia vitalista de este hombre desgraciado y soltero. ¡Hasta a mí me asombra cuánta bilis puedo derramar! 

Guapo y blanco noroeste como una frágil vampiresa dama real. Lo miraba con algo de envidia, pero siempre por encima del hombro. Una elegancia propia de una ciudad quieta, inmersa en niebla, en cada movimiento. 

Esa perra era capaz de hablarte maravillas de la vida aún si te habían arrancado dos piernas en batalla. Hablaba más de lo que no sabía que de lo que sí —¿qué sería?— y con el mayor de los descaros me apuñalaba el vientre —todos sabemos lo irascible mío— con sus gilipolleces. 

No tengo palabras para describir lo mucho que me desagradan los «amigos» así. 

Entonces llamó, mientras yo daba un jocoso paseo. Contesté con la euforia típica ante un suceso inesperado, pero la voz permanecía sobria. No iba con él. Recibí un saludo turbio. 

— ¿Y por qué hablas así? — dije riendo. 

— ¡Porque he bebido! De otra forma, no se me ocurriría llamarte. Es la peor de las ideas. 

— ¡Cómo no! 

Siempre era una situación triste. Recé y rezo porque nadie nunca me prometa las cosas que yo suelo prometer en vano. No son vacuas adrede, sino que, con el corazón en la mano, me estuve negando al exilio. 

No era solo el miedo al futuro. Era la ternura que se vislumbraba en cualquier alma indignada, aún si fuere también pasional. La clase de alma que se ilusiona, ¡y odio a la gente con ilusión!, y que se entrega, ¡pero nunca con la mente, solo con el corazón!, ¡y que me enerva! En todo momento y con toda la razón.

Tú y yo, ¿amigos? Si te cedí la palabra casi por golpe de bastón, cuando los modales sugirieron que era aprobado o blasón y, en severa desazón, ¿que hubiere hecho yo? ¿Seguir pormenorizando mi crueldad o permitirte hablar? Tu aura, ¡qué providencial! Pero hablabas con un anciano negado al corral. Si yo pudiera, ¡lo sabes! Tu boca hubiere sellado, ¡solo oídos liberados! Quizá incluso los ojos hubiere vendado... 

— Creí que había encontrado un amigo para siempre... — dijo, «pero tu concepto de amigo, rayano en lo platónico, sé que jamás lo admitiría», fue completando. 

¡Se ve que sí me conocía un poco después de todo! Quizá me conozca mejor de lo que pienso. 

— Me alegra que esté claro. Así no os falto el respeto ni a vos ni a mí. 

Me rebajo bastante ya con quienes no son etéreos.

«El ingenuo ve el ocaso
como a suerte de maravilla
que acostándose en la orilla,
postrado y en la mira, 
bien le salvaría
[, bien le guardaría...]»

Mi problema con la comunidad LGBT

Escribo esto, no porque no confíe en el sentido común del público, sino porque me temo que los científicos por fin comienzan a sublevarse contra la opresión que los anarquistas hiper-tolerantes de la razón que se hacen llamar LGBT... (y suma y sigue).  ¿Qué significa esta buena noticia para mí? Que ya no hay una crisis científica, sino que se asientan bases. ¿Qué significa, oh, ínclito filósofo, eso, para ti? Pues que ya no tendré protagonismo ninguno criticando estas fechorías. Ya no conmocionaré a nadie con mis atrevidas nociones racionales... el mundo será un «lo dijeron los científicos ayer» y de mi no quedará nada... a no ser...

¡Que me haga pionero! 

Y no solo entre mis allegados, 
puesto que vengo dando la nota desde largo, ¡sino que inmortalizaré mi osadía aquí! 


Contenidos: 


1. Introducción: una comunidad de maníacos depresivos.
2. El milagro Europeo: el marketing de la tolerancia. * Incluye consideraciones antes de aceptar cualquier idea [sexto párrafo]. 
3. Notas finales: ¿Tolerante o tirano?

1. Introducción: una comunidad de maníacos depresivos. 

Bien. ¿Qué sucede con la gay comunidad? Gay en el sentido original de la palabra anglosajona: alegre, despreocupado. Oh, ¿o quizá sea todo lo contrario? Resulta que los festivales del orgullo no son todo lo que la LGBT representan. 

Originalmente mi intención era tratar exclusivamente el tema trans, porque lo considero la cuestión más volátil, sensible y potencialmente destructiva de la comunidad. Pero, ya que estoy, voy a soltar todo lo que pienso. Mala costumbre difícil es de erradicar. 

Empezaré con los problemas de la gente gay que no comprendo a día de hoy (y ya he vivido lo mío): 

1. La famosa «salida del armario»... en 2022*

A nadie le importa con quién te acuestes. Puede parecer que tu intimidad sexual es de gran curiosidad al derredor, mas no podrías equivocarte más. Solo las personas que quieran intimar contigo o las personas muy cercanas a ti, pueden requerir de esta información. Es decir, tus mejores amigos, para que te puedan pasar los perfiles adecuados. 

Respecto a los padres... es lo mismo que digo siempre. O te aceptan como eres o viven en la inopia intelectual. Que te hayan parido debería hacerte dudar de si te aman por si solo. Te han sometido al libre albedrío del juego genético y te han plantado en un sistema de explotación físico y emocional llamado vida con el único fin de perpetuar la especie. ¿Realmente crees que lo han hecho porque te aman? Literalmente no te conocían. Y cuando te conozcan, decidirán su opinión de ti. 

Está esta patochada de que los padres son los únicos que nos apoyaran hasta el final. ¡Pero si son los grandes traidores! El único que te apoyará fielmente hasta el final, con toda garantía, es el perro que críes con comida constante. Yo no he recibido apoyo incondicional y soy heterosexual

Muchos heterosexuales pueden confirmarte historias de abuso, historias verdaderamente trágicas. No es que tus padres no acepten tu sexualidad, tus padres no aceptarían nada que se salga de sus pautas, de lo que esperan de ti, del hijo del que quieren ser padres