¿Importa la opinión de los demás?

Sí, ja, igen, yes, oui, kyllä... 

Pero si no es suficiente esa gracia junto con el sentido común para encajar semejante perogrullada, fear not: me dispongo a pormenorizar la traba. 

— No entiendo porqué te importa tanto la opinión de los demás. 

— ¿Acaso no nos acaecen las cosas que lo hacen debido a la opinión de los demás? La opinión de los demás condiciona tu vida directa e indirectamente...

Como una sombra cáustica capaz de deshacer tus anhelos o de impulsarte a lo más alto de las posibilidades humanas. La opinión son escaleras al cielo o al infierno y debe usarse como la más poderosa de las armas, pues en su hoja se refleja el porvenir. 

La vida que disfrutamos o lamentamos ahora es un montículo, una interacción, de diversas opiniones, históricas o coetáneas. Ignorar el peso de este enorme factor es como ignorar las leyes de la física a la hora de plantear un sistema de poleas. Hay una razón por la que un buen marketing levanta lo mediocre (así como unos buenos pantalones hablan de tus capacidades cognitivas) y es que la opinión, general o concreta, nos tiene cogidos por la tráquea.

¿No es por el compañerismo, la amistad, el amor y la admiración, [¡el favoritismo!] por lo que se mueve el gentío en una danza y lucha interminable? ¿No es la opinión la base del dinamismo cultural

Nota de suicidio núm. 527

Esta versión ha sido escrita con total indiferencia en faz. ¡La misma con la que espero estar reposando! 

¿Por qué? ¿Qué por qué? Mis allegados conocen el discurso. Mi trabajo literario es una respuesta clara que no muchos se molestan en leer y tomar en serio. Dicen que o no es claro, o que no lo hago lo suficientemente claro. Quien sabe si será mi querido lector capaz hoy de captar la magnitud de mis palabras, el peso de mi pena. 

Quise paz. La obtendría por las buenas o por las malas. Sin esas connotaciones. Esto es El Bien y es El Mal a iguales partes: ninguna. Pido disculpas y digo «¡de nada!», a quienes les perjudique y a quienes les beneficie, respectivamente, esta decisión egoísta. ¡Egoísta! Ni dándome muerte eludo a Dios. Todo ha esto sido... un malvado, macabro plan... sin esas connotaciones. Resoplo. 

Ojalá, ojalá y ojalá, pero no llego a nada. Inconformismo y rebeldía. Los motivos... la razón... el destino... el vil contraste del que no me zafo. Permítanme zafarme... me martiriza. Quiero escapar... ¡permítanmelo! Tanto lo pido y no se me permite esa suerte. ¡Cuán concéntrico! 

Que no te engañen los burgueses: 
el suicidio es siempre UNA solución. 

¡En su centro...! ¡Inexorablemente...! ¡Dios! Y cuán perogrullesco, ¿eh? 

Mi comportamiento obsesivo y controlador, la lectura para alcanzar a Dios con la daga envenenada, mi indignación ante la negación de la Masa por ser mi aliada. Ira sobre los frustrados, ida sobre los favorecidos... como si fueran contrarios. Ira sobre cada voluntad. Mi índice señala la puerta y la puerta señala el infierno... de vuelta. 

Estos estudios han sido una búsqueda para la justificación de mi muerte, pareciera. Empujaría, empuje, ¿empujo?, mi cuerpo marchito al precipicio. Oh, el Negro Poeta al fin en su melaza [risa fúnebre]. 

Los sucesos al fin cesarán (para mí). La infinidad que repaso en cada objeto (miro dentro, miro dentro…). Hay infinidad en todo lo concreto y en todo lo abstracto. Lo absoluto es que sea infinito. Nada se crea ni se destruye. Todo permanece como Dios lo trajo al mundo: estable.  Y cuando no es así, la aberración perece.  En ese sentido yo podría ser la aberración.

¿Por qué me obsesiona el control? Bueno, primero… me obsesiona todavía más que no le obsesione al resto. No comprendo como pueden vivir. Solía hacerme gracia de muy joven al girar la cabeza y contemplar al ganado mugir, corretear, parlotear… era un niño con un humor vivo y no podía evitar carcajear ante la escena. Una palabra venía a mi mente:

— Autómatas — seguido de… — ¡Viven sin que yo sepa nada de ellos! ¡Esas cabecitas suyas piensan por si solas! ¡Tienen una cama a la que volver y una comida preferida! ¡Tienen sus amigos y sus amantes! ¡Todo esto fuera de mi jurisdicción!

¿Cómo era posible? Era absurdo. Entonces, a cada evento absurdo le correspondía la siguiente palabra entre risas, risas al borde de un feliz llanto:

— ¡Probabilidades! — y seguía… — De todo lo que pudo acontecer, ¡ese fue el resultado! Dios, ¿cuáles eran las probabilidades?

De ahí mi alegría por las cosas pequeñas e insignificantes: siguen ahí. Sin embargo, es estadísticamente improbable que una u otra cosa suceda… en estudio. Solo en predicción, quiero decir.

Nunca fui una persona satisfecha.

[Diálogo] Mi problema con la política

Recomiendo la lectura previa de la entrada sobre el bien comunal, puesto que ahí explico a fondo mi posición. 

Hace poco publiqué en redes sociales una burla a la democracia, que por desgracia no tengo a mano. Un extraño decidió responderme e iniciar un intercambio de ideas. Yo, firme en mi postura apolítica, le dije lo mismo que le digo a mi querido tío, aficionado la filosofía política: «los problemas reales de los ciudadanos no son para con el gobierno, sino para con Dios, ¡buena suerte votando por la felicidad y la prosperidad!». 

¿Por qué tanta insistencia por alejarnos de los asuntos cruciales? ¿Cuál es la ansiedad? Las condiciones las formamos todos y firmamos pactos con el Santísimo al perpetuar nuestro paraje en la Tierra. ¡Quien quiera luchar por la libertad, que no le ponga cadenas a más almas! 

Pero las soluciones simples no agradan a la mayoría de filósofos, no, y luego yo soy el quejica indignado por tratar la realidad. Mis entradas sobre Ética Superior están a disposición del inteligente que se muestre interesado por lo racional.  

Bien, sin más preámbulo... 

Diálogo: el problema del enfoque en política. 

Nos referiremos a anónimo como J. Los paréntesis no aparecieron en el diálogo y los corchetes en negrita son aclaraciones mías.

Entonces J empieza, como hemos dicho, contestando a mi burla hacia la democracia: 

J: Soy totalmente antidemócrata —rousseano, si acaso— pero comparar eso [un voto democrático de ciudadano con un baile tribal que busca bondades] es pasarse. Es verdad que no se va a cambiar el status quo, mas hay políticas concretas que se revisan y cambian que afectan a la vida de gran parte de los ciudadanos.

Yo: Claro, es una exageración humorística. Ahora bien, los problemas reales de los ciudadanos no son para con el gobierno, sino para con Dios... buena suerte con ello. 

J: No, son para las políticas socialistas. Yo no creo ni que vaya a votar, en realidad. 

Dejo claro mi pesimismo y desestimiento:  

Yo: Todos deberíamos abstenernos.

J: Efectivamente. El fenómeno del voto útil/inútil (1) es cosa horrenda y veo a poca gente hablándolo.  El otro día mi compañera de piso me dijo: "¡ni se te ocurra NO ir a votar!". Le dije que no sabía si votaría, pero que si votaba, votaría al PCE. Me dijo: "pf, eso es un voto inútil". Son peores que la Stasi Alemana (2).  

Puesto que me niego a seguir mencionando partidos específicos, vuelvo mi punto de interés: el de la función de la política. 

El bien comunal

Introducción: 

El documento del que parto es una mera redacción de inglés. Puedes visualizarlo en una sola hoja aquí. Lo traduciré y ampliaré un poco, para ver si logro convencer a una triste alma de abandonar los callejones sin salida. 

El título es Good for the unit versus good for the whole, por lo que hablaremos sobre mi misconception favorita: el bien comunal. Ya he publicado un diálogo al respecto.

Reitero en mi creencia... el problema con el 99% de filósofos hoy en día es que se niegan a rendirle cuentas a las Verdades Categóricas solo por el gusto, el afán insano, de darle más al coco de la cuenta. ¡La gente quiere romper platos para luego pegarlos, cuando es mucho más sencillo no romperlos en primer lugar! Son más bien artistas. Lo que los distingue de ese digno grupo de hippies es que creen cargar con un deber intelectual a las espaldas. Es como teorizar sobre qué sucedería con ecosistema actual si aparecieran unicornios de la nada. Alguna curiosidad saldrá de ahí, pero el enfoque es surrealista. 

Surrealista, ilógico... cabe recordar esta cita de R. Dawkins: «El amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente, carecen de sentido en cuanto a la evolución» (1). 

En el prólogo de Vida, la gran historia de Juan Luis Arsuaga (2), me topé, en un párrafo dónde hablaba de la laboriosa relación entre el método científico y las ciencias históricas, con lo siguiente: «diría que las otras ciencias experimentales sienten envidia de la sencillez y la elegancia de las formulaciones matemáticas de la físicaI», ¡tan breves! ¡Tan compactas! Si bien la política no la consideraría una ciencia experimental [sino una estrategia con base en ellas, de aquella manera, porque que Dios baje y vea si considera sus límites racionalmente], es cierto que todo sería simple si pudiéramos expresar estas cuestiones matemáticamente. 

Lo cierto es que de poder, se puede. Carecemos de la larga historia de datos que harían falta para predecir la evolución, el progreso, etcétera... en la física es todo sobre el aquí y ahora, pero las cosas se complican en lo no tan raso. Oh, pero, ¿qué me comunican por el pinganillo? Hay una fórmula lógica que sin duda deja en jaque al bien comunal. Y la expondré a continuación, a fin de que los arquitectos de la ética se zafen de sus neuróticos esquemas. 

Conceptos clave: bien comunal, lógica, política, ética. 

Traducción y ampliación: 

Las aclaraciones entre corchetes serán de gran ayuda para comprender al cien por cien esta breve pieza. 

«Por miles de años, utilitarios y nihilistas han luchado sobre la pregunta [¿mejor lo bueno para uno o lo bueno para todos?] sin llegar a una acuerdo. Aquellos que defienden la mayoría (que no son todos, en lo absoluto), pasarán por idealistas porque no entenderán jamás cómo funciona el mundo». 

«Las leyes de la naturaleza siempre están en lo correcto, porque ellas marcan lo posible y lo imposible. La naturaleza, la realidad, son, después de todo, solo la materialización de las cosas que pueden suceder [y mantenerse] (estables). Lo imposible (inestable), jamás se materializará en el mundo. Por eso lo bueno para todos no llegará a existir jamás: porqué es ilógico [, es irracional]». 

Como hacer dieta (y no volverse «realfooder» en el intento)

Introducción: 

I. La dieta [δίαιτα] es solo el modo de vida. 

En la variedad está el gusto, queridos lectores, y en la variedad también están los nutrientes; si es que los hay, en primer lugar. No seamos tontos y estigmaticemos las privaciones [decisiones sensatas] pensando en que un poco de heroína es inocuo. Genial: ya me he posicionado aparentemente como un excéntrico. Ahora no gustaré ni a los realfooders semilleros ni a los amantes del pan de molde sin corteza y la Coca Cola light. 

Pero la dieta no se basa en opiniones: se basa en hechos. Y lo bueno de estos hábitos es que son universales, en el sentido de que entre humanos tenemos cuerpos que prácticamente funcionan igual, obviando déficits, excesos y otras cuestiones particulares. 

Todos tenemos que ingerir cierta cantidad de líquidos, aun si tú sueles estar más sediento que tu vecino; o proteínas, razón que tu vecino emplea para justificar esa suscripción a Prozis; o, más importante aún, ¡micronutrientes! 

Los grandes olvidados por la comunidad fitness adicta a los macarrones con dos espinacas: ¡necesitas potasio! Pero no solo necesitas potasio, ¡necesitas considerar cómo los demás nutrientes están interactuando con tus niveles de potasio! Quizá puedas evitar el quilo de brócoli si dejas las galletitas saladas. 

Hace muchos años redacté un trabajo de investigación titulado La cura del Alzheimer (¿por qué está en catalán, inglés y español? Inclusión cultural). Estaba yo en pañales, mas el enfoque era bastante acertado. Seguramente haya patinado con el asunto de los radicales libres. ¡Ignoremos mis errores con la misma fuerza con la que machaco los de mis homólogos! 

«Hay algo en la simpleza de los problemas del ser humano que cautiva mi atención. Hay algo mágico en la agonía popular concerniente a los males de salud y de sociedad. Gracias a la sencillez del origen de todo lo que nos rodea podríamos plantearnos lo básico que es Dios también, pero eso es un tema mucho más interesante —tampoco tanto— que el que nos plantearemos hoy: “¿cuál es la cura del Alzheimer?”», M. Fiallos en su juvenil y menor trabajo: La cura del Alzheimer.

Admito que me he basado en esos "apuntes" para redactar lo que viene. 

II. Piensa por ti mismo y luego juzga la pirámide alimenticia. 

Creo que lo más importante a la hora de expandir cualquier campo del conocimiento es tener pensamiento crítico. Digo eso pero una de mis citas célebres es: «por desgracia, autodidacta», para refererirme para algunos es menester un guía en todo momento. Para los malos autodidactas y para los buenos, no worries: he llegado. 

«En Internet cualquiera puede obtener información sobre los más variados temas, también los de salud. Sin embargo, la multitud de fuentes resulta problemática: hay algo en el exceso de lectura que imposibilita leer. Discernir entre la información útil y contrastada de la pseudociencia y la superchería puede ser complicado para profanos en la materia», de nuevo, en La Cura del Alzheimer.

Lo curioso es que creo que pocos españoles lo hemos hecho al mirar la pirámide alimenticia. Yo mismo la observaba de renacuajo sin cuestionarme cómo el Hombre hubo llegado a la conclusión de que el pan es la base de la vida. Me gustaría que le echáramos un vistazo a las características del pan en este detallado artículo

Otra red flag es que la pirámide nutricional no es igual en todo el mundo (1, 2). Se contradicen evidentemente las proposiciones: «la nutrición es universal» y «la base alimenticia española difiere de la australiana», mas a los médicos no les importa a la hora de colgar sus pancartas de Kellogg (véase su reprochable actitud: 3) en colegios y consultas. 

«Todos los países se tendrían que basar en la evidencia científica actual para elaborar sus recomendaciones, pero es evidente que esto no sucede», son palabras de Juan Revenga. La corrupción de la OMS no ayuda (4, 5). Lo que no se sabe por ignorancia real se suma a lo que no se comunica por interés: y así se oscurecen las cosas. 

Los asuntos cruciales

«El saber no ocupa lugar pero hay rangos de importancia según cómo su adquisición o ignorancia afecte al individuo»

Introducción: Aproximación personal y detalle en escarnio. 

En mi juventud, mi padre fue pseudo-diagnosticado con diabetes. En ese momento rodé los ojos y miré a mi madre inquisitivamente: 

— Dios mío, ¿a dónde voy con estos escombros que cargo por cuerpo? 

Me levanté, cogí el bote de azúcar del que había estado mamando durante más de una década y lo hice basura. No me podía permitir un solo día de ignorancia más. Necesitaba las respuestas a una vida decente, lejos del legado de mis progenitores. 

Unos meses después, ya me había licenciado en biología, endocrinología y nutrición. A su vez, había retratado mi primerísima posición política populista justificada (esto es para que nos riamos un poquito sobre mis días democráticos). 

Mis conocimientos sobre contraposición y dialéctica, que cargaba desde el nacimiento, y mis previos conocimientos en psicología, sociología, se unieron a esta obtención y como resultado terminé siendo implacable en todo debate al respecto. Una bestia rabiosa. 

En la escuela, se me dificultaban cada vez más la gramática y la aritmética. ¡Diablos! ¿Qué tiene de sensato el impartir estas materias cuando la gente no comprende la función del páncreas? Pero en la asignatura de Ciencias Naturales la cosa no era prometedora, no... conseguían, para mi asombro, aburrirme convirtiendo la materia que vive en nuestros cuerpos en lo más esotérico jamás concebido. Resoplaba. 

La docente era buena en lo suyo. La escritora de Sobre el genoma humano: un análisis del pensamiento de Hans Jonas (a día de hoy, 8/6/2022 no lo he leído, pero gustosamente un día le dedicaré un análisis) vivió el impartir como monótono y desmotivador. Eso es lo que sucede cuando la asignatura de filosofía no se presenta temprano. Oh, eso no es lo importante... porque la asignatura de filosofía discurrió floja. Lo entiendo: incluso yo exponiendo sobre la diferencia entre irracional (1) e incognoscible (2)* —con algunas copas de vino encima —tuve serios problemas al ver la cara de confusión del público. La entiendo. La abrazo. La perdono. 

Por otro lado, tras la lectura de Sobre la supresión de los partidos políticos, reafirmé mi desinterés por las ciencias políticas. La ciencia Suprema no se me antojaba que diera la talla. Es más, lo tomé como una atroz memez, sobre todo porque aun si había libros y libros trabajándola, nunca se podría sacar nada conciso de ello, solo mayores ascuas. 

— Regular el comportamiento del hombre... ¿cómo diablos se pretende algo así? Limitar es atar, guiar es adoctrinar, todo discurso es falaz, incluso si nace de lengua franca, no es más que lingua franca. El comportamiento, como el mercado, se regulan solos. Meter baza solo nos llevará a situaciones distintas, pero no mejores. Estas palabras deberían bastar para menospreciar cualquier cargo político — o cualquier cargo en general —, mas seguimos obstinados en una meta imposible: la sociedad utópica. Y si no se persigue ese ideal, solo se está luchando por el interés propio. Entonces no hablamos de regular el comportamiento del hombre... sino de regular la situación social y económica a nuestro favor para convertirlo en la oportunidad de oro. 

[Ensayo] Contra la amistad y cualquier otro convenio social (inacabado)

Última modificación: Abril 2022.

Cuando puse mis cleptómanas manos sobre la apología — no apology, como debiere ser — de Cicerón a la amistad, supe que la detestaría: ya me olía sus virtudes plagadas de hipocresía y egoísmo, tildadas convencionalmente de "buenas” por útiles, con la connivencia de la especie.

Que el utilitarismo es incompatible con la justicia depende de lo que ésta implique a nuestros corazones, ¡nunca antes mejor formulado!

«“¿Egoísmo?” Pero nadie se ha preguntado todavía: ¿qué clase de ego?»
— Friedrich Nietzsche.

Para mí, que sentí nauseas pasando las páginas de Libro del amor, trabajo de Ramiro A. Calle, al mismo tiempo que Sobre la amistad de Cicerón me horrorizó; para mí, por contradictorio que suene respecto a lo que acabo de decir, la justicia se halla en la compasión máxima.

Lo dice quien pasó de repudiar a John Stuart Mill a casi venerar — digo pues me repetía en mi día a día abalando su buen ver — las pautas de utilitarismo comunal, para luego volcarse en el nihilismo como al principio, pasando por una concepción agresiva y maquiavelista, queriendo más adelante regresar al utilitarismo con el rabo entre las piernas, pretendiendo ignorar lo evidente:

«Me percaté de que era egoísta luchar contra el egoísmo de La Madre,
pues trifulca de mil años, mil siglos sería, y, ¿quién sin mí la iba a librar?».

Os sintetizaré, lo que a continuación viene, así:

«Todo egoísmo es maldad».

Esta es una disculpa — si me permiten proseguir con los juegos de palabras — a la compasión, a la idea de justicia absoluta bajo esa premisa, que ahora os parece clara: pareciera que la habéis portado en el pecho toda la vida pero, ¿acaso el egoísmo no es parte de la inercia, motor de la Madre Naturaleza? ¿Acaso nuestro placer, nuestra existencia, no son su mérito? ¿Acaso podréis negarme, discutirme, mi severidad?

No. Sería harto egoísta de vuestra parte.

El animalismo: el amor de los cobardes

Era yo ese muchacho que temblaba cerca de las mascotas de sus amistades rezando porque no lo tomarán por malvado. ¡Un mal gesto y todo al traste!, decía, como si fuera cosa de enjundia si gruñía o no el bicho, como si quisiera demostrar que yo estoy por encima de sus ojos francos. 

Hoy soy el desgraciado que asalta a tu perro con caricias intempestivas mientras tú tienes prisa por volver a casa, harto del mundo. ¿Por qué? Porque a mi cuerpo le gusta y yo soy un caballero con él. ¡Solícito con el hostigador! 

"Caballero del cuerpo,
pues él lo pidió"...         

Solícitos con lo provechoso 

Basta, basta ya de presentaciones y promociones... veréis: durante mucho tiempo le di vueltas a la frase: «la moral tiene criterios estéticos» de Frito Rico en Nicho. Se utilizaba la mariposa y la cucaracha para ilustrarla y permitidme catalogar la acción de absurda. 

Resulta que, para los que no lo sepan, la estética es solo un análisis superficial, una percepción sobre la raíz profunda de las cosas, lo que nos llega instintivamente sin saber más allá, debido al legado genético. Aplicamos los mismos criterios sobre la estética de los insectos que sobre la estética de nuestros congéneres. Esto significa que:

Nos son estéticamente [entre] indiferente-agradable aquellas criaturas que ni supongan un perjuicio para nuestra integridad (claramente enfermas, por ejemplo), ni susciten un entorno hostil (independientemente de su presencia o no). Esto quiere decir que sin sus malas intenciones, no reflejan un daño en nosotros. Supongamos a las cucarachas... bien, pues resulta que si hay cucarachas hay materia en descomposición, plagas, etc. Y eso es un entorno hostil. 

No serán estéticamente muy atrayentes aquellas criaturas que puedan ser aliadas, favorecernos o que indiquen un entorno benévolo. 

Por lo tanto, no hay tal cosa como «eres benévolo con esta criatura solo porque es bella», puesto que su belleza tiene un sentido. Su belleza es lo que te llega como ser inconsciente, de las verdaderas razones por las que le das tu favor.